El Vesubio despertó de su letargo y vomitó roca ardiente. La propulsó hasta 20 kilómetros más allá de sus laderas. Las poblaciones que estaban cerca quedaron sepultadas bajo un manto denso de piedra derretida. Una avalancha de flujos piroclásticos mató en un instante a miles de personas. Los que fenecieron quedaron atrapados dentro de una nube de cenizas y gases venenosos y ardientes. Aquello hizo que les hirviera la sangre y que sus cráneos explotaran.
En la fase temprana de la erupción, las primeras muertes ocurrieron en Pompeya como resultado del colapso de los techos debido a la acumulación de piedra y cenizas. En las horas siguientes, los habitantes de Pompeya y de la ciudad de Herculano fueron sepultados por las nubes piroclásticas. Sobre cómo fue aquel proceso terrible, sobre cómo ocurrió un fenómeno tan catastrófico, se han hecho unos cuantos estudios.
El investigador Pierpaolo Petrone sostiene que en el caso de los habitantes de Pompeya la muerte fue menos truculenta. Tengamos en cuenta que Pompeya está ubicada a unos 10 kilómetros del volcán, allí, la temperatura no fue tan drástica. Alcanzó alrededor de 300 °C. Desde luego, fue suficiente para matar a miles de personas al instante, pero no como para vaporizar la carne de los cuerpos. Un misterio (o muchos) por resolver Lo que sucedió en el año 79 después de Cristo, en el golfo de Nápoles, al sur de Italia, plantea una mezcla de preguntas y respuestas, de datos y misterios.
Sobre lo que representa Pompeya, la catedrática de Clásicas en Cambridge, la fabulosa Mary Beard plantea un aspecto muy interesante. Dice que Pompeya es quizá el único lugar en el que podemos asomarnos al pasado, a la Historia, estudiando la vida a pie de calle. Sin duda, es un enfoque muy interesante de una de las mayores especialistas en Pompeya, de una investigadora audaz, y de una gran amiga de esta casa, de Onda Cero.
Si Pompeya es un asunto que les pueda interesar especialmente les recomendamos los libros de la señora Beard o alguno de los documentales en los que ha participado. Explica Mary Beard que ha pasado la mayor parte de su vida con los antiguos romanos. Pero no solo con los grandes: los emperadores, los políticos, los generales, los más elegantes. Dice que las personas con las que más ha disfrutado al conocerlas son las ordinarias, que tenían su propia aportación a la Historia de esta extraordinaria ciudad. El primer rastro de Pompeya En 1738, quien después acabaría siendo Carlos III de España, era por entonces el rey de Nápoles. Y por entonces acababa de casarse con la hija del rey de Polonia.
Ya ven cómo era la cosa política, y ahora se dice que la geopolítica está complicada. El caso es que por una orden de Carlos -el que sería III, el considerado el mejor Alcalde de Madrid- se encargó a un ingeniero militar español, llamado Alcubierre, que se iniciaran las excavaciones del lugar enterrado por el volcán. Esas primeras prospecciones se hicieron en la zona de Herculano, en un paraje especialmente complicado porque la ciudad de Herculano había quedado sepultada bajo una capa que se hizo sólida de lava volcánica. Por ello, pese a que se desenterraron algunas estatuas, el monarca y sus asesores decidieron ampliar el alcance de la búsqueda. De modo que diez años más tarde, en 1748, se comenzó a excavar en Pompeya. Pompeya terminó siendo la posibilidad de indagar en el carácter eterno de Roma. De una forma que hasta entonces no había sido posible.
Los primeras prospecciones en Pompeya fueron algo muy comentado en toda Europa. El trabajo de Alcubierre y su equipo fue desde el principio objeto de críticas muy severas. El estudioso alemán Winckelmann escribía en 1762 lo siguiente: “la incompetencia de este hombre”, en alusión a Alcubierre, “que ha tenido tanto contacto con la Antigüedad como las gambas con la Luna, ha provocado -añadía el alemán- la pérdida de muchas cosas hermosas”. Al final se criticaba que la finalidad última de las excavaciones no era otra que la de encontrar objetos de valor, especialmente esculturas, que embelleciesen el palacio del rey, por lo que se desechaban otros objetos que podían resultar relevantes para la historia eterna de Roma.
Es posible que en aquel contexto, aquellas apreciaciones, no resultasen del todo justas teniendo en cuenta que aquellos primeros trabajos se hicieron en el siglo XVIII. Considerando además que la arqueología como disciplina estaba entonces en sus orígenes, empezando a desarrollarse precisamente a partir de los descubrimientos de Pompeya. La visita de Mozart Mozart visitó en 1769 el Templo de Isis, uno de los primeros en ser hallados y seguramente el más sorprendente de toda Pompeya. Es un pequeño templo que se recuperó del paso del tiempo y de la sepultura del volcán…y, además, se recuperó casi intacto.
El templo de Isis, en Pompeya, fue el que inspiró a Wolfang Amadeus a componer ‘La Flauta Mágica’. Y es verdad que hay algo mágico, casi relacionado con la parte más fascinante de la física. En Pompeya…es posible encontrarnos cara a cara con personas que vivieron en la antigüedad, que vivieron hace casi 2.000 años. Y su presencia ha quedado ahí. Su último gesto está ahí. Las calles están tan bien conservadas que da la impresión de que has hecho un viaje al siglo I. Depende de cada uno, desde luego, pero, yo diría que es posible alcanzar la sensación de que has retrocedido en el tiempo, nada más y nada menos que 20 centurias. Las ciudades de Pompeya y Herculano nos alejan de ideas arquetípicas, del imaginario inducido relacionado con los emperadores y los gladiadores.
En Pompeya y Herculano es posible acercarse a cómo eran los verdaderos romanos. Escribía hace unos años, en ‘El País’, Guillermo Altares que en Pompeya, encontramos a la dueña de un bar llamada Asellina, o a un panadero cuyo nombre fue Terentius Neo. Es posible cruzarse con los libertos Venidius Ennychus, y con su esposa, Livia Acte. En el momento en el que murieron acudían a los tribunales por un problema de tierras. Aquellos romanos representan a toda esa gente también importante —madres, hijos, hermanos, primos, jóvenes, viejos, esclavos y libres— representaban a todos los que murieron juntos en una catástrofe icónica, en la erupción del Vesubio, del año 79.
La jirafa, un elemento más de la dieta En una de las excavaciones, en Pompeya, apareció un hueso de jirafa. Es decir, alguien comió jirafa antes de ser sepultado por el Vesubio. En la antigua Pompeya las dietas de los nobles contenían carne de jirafa y erizos de mar.
Los erizos que siguen siendo un plato de temporada en algunos puertos del norte de España. Los oricios, en Asturias. Allí, en Pompeya, puede leerse “Hic habitat felicitas”, que traducido del latín significa: "Aquí mora la felicidad”. Es una inscripción hallada en una panadería de Pompeya, unos 2.000 años después de que su dueño viviera y probablemente muriera en la erupción del Vesubio. Es una frase en la que ya entonces se proclama la vinculación entre los buenos alimentos y la buena vida.
Por último, unos investigadores italianos hallaron neuronas perfectamente conservadas en un cerebro de hace casi 2.000 años. Se trata de los restos cerebrales vitrificados de una víctima de la erupción del Vesubio que en el año 79 sepultó a las ciudades de Herculano y Pompeya. El calor de la erupción fue tan extremo que convirtió el cerebro de una víctima en vidrio. Cuando la vitrificación rara vez ocurre en la naturaleza, y es aún más rara en los contextos arqueológicos.