La noticia de que el F.C Barcelona pagó cantidades millonarias durante muchos años a un dirigente arbitral ha causado un enorme revuelo en los medios y en el mundo del fútbol. Se habla de posibles sanciones deportivas pero, hasta ahora, no ha habido reacción de la justicia ordinaria ni de las instituciones, pero ¿el fútbol tiene un trato diferente?
Ignacio Varela sospecha que el rigor que la sociedad aplica a la corrupción en otros campos contrasta con la permisividad con la que se trata lo que sucede en el deporte. Para ello, propone un ejercicio: "imagina que un gran despacho de abogados tuviera clandestinamente a sueldo durante años al vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial, imagina que un partido político pagara como asesor a un miembro de la Junta Electoral Central o que una gran empresa de las que cotizan en bolsa entregara cantidades millonarias a uno de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Imagina, en fin, para completar el escenario que, durante ese periodo, el despacho de abogados ganara la mayoría de los juicios, el partido político triunfara en casi todas las elecciones o la empresa en cuestión pegara constantes pelotazos en la bolsa. Pues le mismo día en el que se difundiera la noticia, la policía se presentaría en el domicilio de todos los implicados y los amonestaría inmediatamente" además de ponerlos "en frente de un juez" que, seguramente, "los procesaría y decretaría prisión provisional para evitar la destrucción de pruebas" al mismo tiempo que se crearía un revuelo social en estos distintos ámbitos.
"Nada de eso ha ocurrido en este caso", asentía Ignacio Varela ante las consecuencias que podría originar el caso del Barcelona ante "tres presuntos delitos del Código Penal: corrupción entre particulares, administración desleal y estafa". Sin embargo, asegura, "no hay noticia de que se hayan producido detenciones" sin mover ni un ápice de responsabilidad los cargos competentes para tomar medidas mientras "en las redes, solo se recuerdan los supuestos favores arbitrales al Barcelona o se discute si ese quipo debería ser descendido a 2ª división".
En relación a los responsables, afirma, "están tranquilamente en sus casas y permanecen en sus cargos, si hay alguna prueba que destruir, les está sobrando tiempo para hacerlo. Algunos hasta se permiten hacer declaraciones desafiantes", esto muestra que "se sienten bastante invulnerables". Puede que en la ciudadanía se conciba una "excepcionalidad jurídica" en torno al mundo del fútbol donde la corrupción solo sea correspondiente de la "justicia deportiva" y "el reproche social suena tan bajito en comparación con otros casos similares que se aproxima mucho a la impunidad si no a la protección". Aún así, según Ignacio Varela, esto no es una "excepción" sino una "norma" propia de "ídolos del deporte o de grandes instituciones deportivas", como el mundial de Qatar donde ese conocen "los actores, el día y el lugar" o dos de los más grandes deportistas del mundo que defraudaron varios millones a Hacienda pero contaban con los mejores abogados amparados por los clubes y "no se escuchó un reproche de los aficionados de esos equipos que los siguieron tratando como ídolos mientras ellos continuaran suministrando goles". "Este no es un privilegio de todos los famosos, solo de los deportistas y muy en especial de los futbolistas" al contrario de otros "artistas" que "por una mera acusación sin pruebas son literalmente destruidos", según el autor. Se convierten en "apestados sociales sin que la presunción de inocencia les esté sirviendo para gran cosa".
En relación al caso del Barça, apunta el experto en política, es normal hacerte "dos preguntas adicionales: ¿Qué sucedería con el 'Barçagate' si el nacionalismo catalán no formara parte de la mayoría parlamentaria que sostiene a este gobierno?¿Cómo sería la actuación de los partidos políticos y de las instituciones si no estuviéramos en vísperas de las elecciones?".
Para finalizar, el sospechoso puntualiza que "esa impunidad institucional solo es posible porque la sociedad lo autoriza. Los futbolistas son los dioses de nuestro tiempo y los clubes los tiempos" mientras que "los goles son un salvoconducto, la pasarela a la impunidad social".