Los triángulos, tríos y triadas tienen en casi todos los aspectos de nuestra vida mucha más importancia de la que nos imaginamos. Esa importancia de las triangulaciones está presente en los conceptos, en cosas sentimentales y psicológicas para explicar conductas y personas que nos rodean.
Cuando Freud describe la mente humana y propone un modelo de ella, lo hace con un triángulo de conceptos: yo, ello y super yo. Detrás viene Jacques Lacan que le lleva la contraria al decir que nuestros pensamientos se organizan a través de tres conceptos que son: lo simbólico, lo real y lo imaginario. Los dos grandes padres del psicoanálisis vienen a estudiar la mente humana y para liberarla de la religión nos proponen una triada como la Santísima Trinidad religiosa.
Si bajamos a las cosas más inmediatas del día a día, encontramos triangulaciones por todos lados: en el lenguaje, la escritura o en la política, básicamente un triángulo de las acciones cotidianas, las acciones parlamentarias y la ideología. También las cosas que tenemos delante y que pasan inadvertidas: lo que más define la realidad del lenguaje son tres pronombres: yo, tú y él.
Entonces, ¿por qué hay tanto triángulo en nuestras vidas y en nuestros métodos? Porque las dos herramientas más importantes de la vida para tomar decisiones son las que funcionan con conceptos binarios: el bien y el mal, el singular y el plural, blanco y negro, etc.
Y como sabemos que la realidad nunca funciona en blanco y negro, para escapar de la esclavitud de estas cosas binarias, descubrimos las bondades de las triangulaciones con conceptos como "tibio", "regular", "templado", etc. Dividir el mundo en buenos y malos, en bipartidismo, sin grises o sin colores no es bueno y es una visión muy reduccionista, irreal y falsa de la vida.