En días de elecciones como el de este domingo 18 de mayo sucede una cosa extraordinaria de la que habitualmente no nos damos cuenta. Estamos tan ocupados atendiendo a ideologías, a cifras de votos, a datos de participación que se nos pasa por alto una cosa muy especial. Y es que es uno de los pocos días del año en que un número grandísimo de españoles sincronizamos nuestro comportamiento y buscamos algún momento del día para hacer lo mismo: levantarnos, salir de casa, dirigirnos a un edificio, esperar nuestro turno e introducir un papel en una urna.
Esa ceremonia colectiva tiene ya su bondades solo por los efectos de organizarnos administrativamente, pero además nos provoca un inexplicable gusto por la sincronía, por hacer todos lo mismo a la vez, por sentirnos parte de un colectivo, algo que está arraigado en nuestro cerebro probablemente desde época muy primitivas y que es lo que analiza nuestro sospechoso habitual Sabino Méndez.