Ahora que es Semana Santa, disfrutamos las vacaciones porque eso supone olvidarnos por un rato de las obligaciones de la vida cotidiana. Pero llegan las vacaciones y resulta que también tienen sus pequeñas obligaciones que, por menores que sean, no dejan de reclamar nuestra atención. Hoy, sin ir más lejos, nos hemos visto todos obligados a cambiar la hora de los relojes. De esas pequeñas obligaciones, esas que no parecen obligaciones pero que al final nos ocupan también de fondo, es sobre lo que reflexiona hoy Sabino Méndez, nuestro sospechoso habitual.