Ya ha llegado el momento de cambiar nuestros relojes al horario de invierno y, a pesar de que más del 80 por ciento de la población se opone a esta medida según una consulta ciudadana efectuada por el Parlamento Europeo, nuevamente sucumbimos en pro del ahorro energético. Esta madrugada hemos atrasado nuestros relojes para presenciar un temprano amanecer. A las tres volvieron a ser las dos y, en consecuencia, nuestro ritmo circadiano experimentó un cambio al que tardará una media de tres días en adaptarse.
Lo cierto es que el cambio de hora no es tan inocuo como parece. Cada vez que cambiamos de nuevo la hora se producen alteraciones fisiológicas que pueden desencadenar cansancio, falta de concentración, irritabilidad e incluso insomnio: la consecuencia más perniciosa de todas, segun explicaba nuestro sabio de domingo, Sabino Méndez.
Sueño reparador
El sueño resulta fundamental para algunas especies en tanto que permite descansar y generar la energía suficiente para afrontar otro día de intensa actividad.
"A todos nos parece maravillosa esa sensación de profunda renovación", decía el sabio. Sin embargo, el sueño es aun más importante, si cabe, para la especie humana en tanto que le permite desconectar de las preocupaciones que solo a la humanidad atañen.
"El sueño es la pérdida de la conciencia y la entrada en la inconsciencia, buscada cada dieciséis horas", explicaba el sabio apuntando que "para el ser humano escapar de la conciencia de la vida es importante, la felicidad perfecta". Por ello, no es de extrañar que el ser humano emplee un tercio de su vida en desconectar a través del sueño. Pero ¿por qué el ser humano al que le gusta tanto la vida necesita esa huida de la consciencia de forma periódica?
El sueño, una vía de escape a nuestros problemas
"La permanencia excesiva en la vida no es un placer supremo", exponía Méndez. "La inconsciencia que comporta el sueño permite la huída de los placeres, pero sobre todo de los dolores y sufrimientos de nuestra vida diaria", continuaba.
Y es que lo cierto es que el sueño profundo constituye el único momento de desconexión absoluta en el que se se repiten de manera acelerada pequeñas trayectorias cerebrales experimentados en la vigilia. Estas conexiones pueden derivar en los sueños placenteros o también en las pesadillas, pero igualmente contribuyen al descanso sanador. En concreto, "el ser humano dedica una media de 58.000 horas a soñar", indicaba el sabio.
Prueba de que el sueño evita sufrimiento reside en la medicina, la rama científica que recurre al sueño inducido para evitar el sufrimiento de los pacientes a los que duerme mediante anestesias. "La única manera que el ser humano ha encontrado para poder operar médicamente a los enfermos evitando el dolor ha sido el sueño inducido por la anestesia", señalaba el sabio.
Sin embargo, tal y como indicaba Sabino, el hecho de que el dormir permita la desconexión, "nos deja atrapados entre el sueño y el dolor, con la condena de tener que elegir o bien una narcosis casi vegetal o bien toda una vida de disgustos", exponía antes de concluir que "lo mejor será aprender a transformar el sufrimiento en algo constructivo y entender que obsesionarse con uno mismo es malgastar la vida".