En Por Fin no es Lunes hemos repasado la historia de un ciudadano de finales del siglo XIX llamado Víctor Lustig. Estafó a Al Capone, robó un mismo banco dos veces, vendió la Torre Eiffel en dos ocasiones y hasta timó al Sheriff de Texas... también dos veces.
Terminó con sus huesos en la cárcel de Alcatraz denunciado por una novia cuando ésta se enteró que no era la única mujer en la vida de Lustig.
Dinero, glamour, gente guapa… Víctor Lustig iba a estar en su salsa y se inventó un papel. El de productor de musicales de Broadway. Contaba a los posibles inversores parisinos el el exitazo que tenía ya escrito y contratado con las estrellas más punteras de la escena americana y con las maletas llenas de mentiras y de dinero… se marchó a Nueva York. Y si te he visto, no me acuerdo.
La Torre Eiffel, envuelta además durante esos años en mucha polémica, porque no le gustaba a mucha gente y el mantenimiento era carísimo. De hecho se llegó a pensar en demolerla. Era común leerlo en la prensa. Víctor pensó que eso era una gran oportunidad. Consiguió Reunir en un carísimo hotel de lujo a los seis mayores chatarreros de la ciudad asegurando ser funcionario del Ministerio. Les contó que el Gobierno estaba decidido a derruir la Torre, así que, por una módica cantidad podría poner a sus empresas como las primeras de la lista para recoger todo aquel amasijo de hierros. 7.000 toneladas de chatarra. Era un negocio seguro. Cobró y se marchó de París. Ahí siguen los chatarreros esperando a que se caiga la Torre.
Actividad Laboral: Aprendiz de vendedor
Al final consiguieron echarle el guante por la Caja Rumana, por falsificar dinero, pero denunciado por una novia que se enteró que no era la única novia de Víctor. Que en tema de amoríos también era un bicho. Se escapó de la primera cárcel, con sábanas atadas por la ventana… pero le cazaron enseguida y acabó con sus huesos en Alcatraz donde murió pasado un tiempo. Lo curioso es que a la hora de rellenar su certificado de defunción, donde ponía “actividad laboral” el funcionario decidió poner "Aprendiz de vendedor".
Cada semana en Por Fin no es lunes contamos alguna historia desconocida ante la que todo el mundo podría exclamar "¡Fíjate tú!".