"¿Cuántos Maradonas hay?", le preguntó José Ramón de la Morena a Diego Armando Maradona una noche de mayo antes del Mundial de Alemania. "¿Qué queda del Dieguito de los Cebollitas?", volvió a preguntar el periodista a un Maradona que se abrió: "Queda gracias a Dios todo, porque me recuperé muy bien, estoy con mis hijas... he pasado momentos duros". "Así es la vida, Dios me ha puesto piedras en el camino y yo me he equivocado", asumía Maradona. Cuando era un niño no era un buen estudiante precisamente, y le confesó entre bromas a De la Morena que le pidió a su profesora que le aprobara las matemáticas si metía tres goles. Ella le pidió cuatro. Y los metió.
"Mi ilusión era jugar al fútbol todo el día, esperar el entrenamiento para divertirme y ser feliz era lo que me queda en la cabeza y se lo cuento a mis hijos... no hay diversión más grande que poder esperar el entrenamiento, que correr detrás de una pelota y ser feliz por eso", cuenta. Otro Maradona fue aquel que llevó, a los 13 años, el primer sueldo a su casa trabajando desinfectando casas: "me llevé a mi mamá a comer y nos gastamos todo el dinero". "Es inútil echar culpas, a nadie le pone un revolver para hacer las cosas, si lo hice mal lo hice mal...", explicaba.
"Perdí muchos años en los que Dalma y Gianinna querían venir a contarme cosas y yo me escapaba", lamentaba el argentino. "Perdí muchas cosas", decía, "pero gracias a Dios a mis 45 años puedo levantarme, llevarlas al colegio, hablar de sus novios... lamentablemente". "He recuperado efectos que antes esquivaba", terminaba por admitir Maradona.