La posibilidad de que Pedro Almodóvar rodase una película en inglés llevaba años exactamente igual que la protagonista de ‘The human voice’: esperando una llamada, pegada al teléfono. Se habló de que trabajaría con Meryl Streep, se sabe que el manchego tiene en su cajón el ‘Manual para mujeres de la limpieza’ de Lucia Berlin… pero ha sido Tilda Swinton la encargada de inaugurar esa faceta anglófila de nuestro cineasta internacional. Este verano, entre mascarillas, la actriz británica viajó a Madrid para rodar a las órdenes de Pedro un cortometraje de 30 minutos que hoy se ha presentado en la Mostra de Venecia, y que resume con nitidez toda la carrera del director. Rojo, mujer, Alberto Iglesias…
Un prólogo operístico, con Swinton enfundada en un Balenciaga rojo -deambulando por una nave industrial- abre la película. Después, los títulos de crédito de Juan Gatti van formando el nombre del director y la protagonista con herramientas… porque el primer escenario del corto es una ferretería. Ella compra un hacha. Se la despacha Agustín Almodóvar. Acompañada por su perro Dash regresa al apartamento. A una casa-decorado construida dentro de una nave industrial. Por el balcón lleno de flores se ve una pared de cemento; los tabiques de la vivienda son de contrachapado y están apuntalados por listones. Dentro, el diseño colorista del universo Almodóvar. Fuera, las bambalinas del teatro.
Esta versión libre de la pieza clásica de Jean Cocteau contaba con muchas referencias en la filmografía del director. La más evidente, ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’. Hoy, Pepa es Tilda. El trayecto entre Almodóvar y Swinton -pasando por Carmen Maura- consigue que en pantalla veamos a un híbrido, a un vehículo, a una vasija vacía pegada a unos auriculares inalámbricos. La actriz británica, homenajeada en Venecia con un León de Oro honorífico por toda su carrera, se da la vuelta como un calcetín para ponerse en manos del español. Que grita por su boca y tiembla por sus labios cuando la protagonista le reprocha al amado que lleve tres días sin aparecer por el piso. Allí están sus maletas, preparadas para la despedida.
Habrá quien critique que ‘The human voice’ / ‘La voz humana’ no suponga gran novedad en el catálogo de Almodóvar. Si de “novedad” escogemos solo el significado literal, diremos lo que decíamos más arriba. Rojo, mujer, Alberto Iglesias. Si ampliamos el foco y percibimos que Pedro ha sido capaz de describirse a sí mismo, de concentrarse, de extraer su propia esencia en una pieza de media hora magníficamente rodada, tenemos que concluir que el cortometraje en una experiencia completamente nueva en su filmografía… porque Almodóvar llevaba años huyendo de Almodóvar, graduándose a sí mismo, volviendo a la comedia o explicándose a través de un drama. Pero nunca como aquí, reflejándose en el espejo de la pantalla.
Y luego está el teatro. Pedro ha sido siempre teatral, pero nunca tan teatral como para decidirse a mostrar el teatro. O mejor, las tripas del escenario. Con ese apartamento recargado y cálido construido en el centro de una fría nave industrial, como un corazón de madera dentro de un robot. Y el perro, el perro que lame a Tilda, que se asusta ante una taza rota o que espera a su amo recostado junto a la puerta. El perro es el público, encerrado en la cabeza de Almodóvar durante 30 minutos, sin dejar de olisquear. De ‘The human voice’ sale el público -o el perro- aturdido y ensimismado. Nuestra mascarilla ha sido testigo de la gran máscara desplegada en la pantalla. O en el espejo. Y es que quizá Tilda Swinton nos ha estado devolviendo nuestra propia imagen.