Con la mítica conversación entre Luke Skywalker y Darth Vader que culminó con el también mítico “yo soy tu padre” -y con su escena especular, años después, entre Han Solo y Kylo Ren-, la saga ‘Star Wars’ nos dejó muy claro que, por mucho daño que nos hagan o por mucho que se note su ausencia, los padres son reemplazables. Podemos crecer y convertirnos en adultos sin taras siendo criados por una madre, por dos madres, por un abuelo gruñón o incluso viviendo con un wookiee. En 'Onward’, la nueva película de Pixar, que es lo mismo que decir la nueva película de Disney -que posee la franquicia de ‘La guerra de las galaxias’, todo queda en casa- el director Dan Scanlon martillea el último clavo en el ataúd de la paternidad tradicional.
El arranque de la cinta de animación nos sitúa en un universo que vive inmerso en la magia. La magia es creadora de fuego, motor para el transporte y fuente de entretenimiento para los unicornios o elfos. Pero un buen día llega un visitante inesperado a esa sociedad de fantasía: la tecnología. Las bombillas y los motores terminan reemplazando a los poderes misteriosos y pronto la magia queda relegada a los viejos libros de historia y a los juegos de rol. En un presente hipotético, que fusiona la geografía humana de nuestro siglo XXI con setas gigantes, y en el que viven centauros vestidos de policía y hadas moteras y rockeras, ‘Onward’ retrata la vida de dos hermanos elfos, Ian y Barley, que viven con su madre. Su padre murió hace años, cuando Barley era pequeño e Ian estaba a punto de nacer.
El día del 16 cumpleaños del pequeño, recibe un regalo de su padre: un bastón mágico que puede hacerle regresar del más allá durante 24 horas. El conjuro sale regular -no desvelaremos una de las grandes sorpresas de la película- y los dos hermanos se ven obligados a emprender una aventura para arreglar el desaguisado. Hasta aquí las premisas de cualquier película que nos muestre la formación del carácter de un héroe. En este caso, Ian supera sus miedos en una especie de “road trip” motivado por sus ansias de mantener una conversación con su progenitor, al que nunca llegó a conocer. Pero en medio de esa aventura, llena de escenas cómicas y de acción que mezclan referencias de ‘Harry Potter’, ‘El señor de los anillos’ e ‘Indiana Jones’, pronto la búsqueda del padre se comienza a convertir en un estorbo, en un objetivo que no nos deja ver el bosque.
La cinta de Pixar, que quizá no se encuentre en el frontispicio de las obras mayores de la compañía -donde situaríamos ‘Up’ y ‘Del revés’, por ejemplo- es muy eficaz a la hora de recordarnos que los humanos [que no aparecemos por ningún lado en ‘Onward’] nos empeñamos en perseguir sueños imposibles cuando todo lo que necesitamos está aquí, justo aquí, a nuestro lado. El padre desconocido y ausente es, como todos los mitos, una meta decepcionante por lo idealizada, y casi siempre resulta más rentable redescubrir el entorno cotidiano, mirarlo con un nuevo prisma. En el viaje se subraya -quizá en exceso- esto que estamos exponiendo, y se provocan carcajadas, la caída de alguna lágrima y, sobre todo, mucha ternura. Puede que Pixar sea una factoría experta en manufacturar productos comerciales. En utilizar la tecnología. ¡Pero cómo se parece esta tecnología… a la magia!