Editorial de Elena Gijón

Gibraltar es hoy más europeísta que nadie. No por convencimiento sino por la misma razón que siempre les mueve: el interés. El interés les lleva a defender esa posición anacrónica de colonia-paraíso fiscal que tan pingües beneficios les reporta. El interés les empuja a clamar por la permanencia para garantizarse mano de obra española cruzando la frontera cada día sin grandes dificultades en la frontera muy al contrario de lo que sucedería con el brexit. No quieren ser españoles, pero necesitan a España. El interés, siempre el interés.

El Brexit sigue sumando partidarios en el Reino Unido hora tras hora. Las advertencias internas y externas sobre los males del infierno que caerán sobre la Gran Bretaña no calan. David Cameron no calibró sus fuerzas cuando, convencido de que ganaría, convocó la consulta sobre la permanencia. Y ahora, el mal está hecho. Porque si los británicos se van, habrá daños económicos o incluso quien apueste también por marcharse. Si se quedan, porque se les han prometido tantas compensaciones, que es posible que el resto de socios pidan un trato semejante. Es un referendum envenenado.

Superada la prueba del único debate a cuatro de esta campaña, queda la impresión de que los partidos van por un camino y los votantes por otro. El mismo partido que ganó las anteriores elecciones parece que va a ganar estas. Pero el resto de las formaciones no están por la labor de dejarle gobernar. Los ciudadanos han preferido que no haya mayorías absolutas, que se pacte. Pero a nuestros políticos se les atraganta conjugar ese verbo. Los españoles, en fin, vamos a ir dos veces a las urnas para elegir un gobierno. Y ya veremos si esta vez sus señorías, como se comprometieron anoche, aceptan el resultado y con esos mimbres acuerdan un ejecutivo.