El pasado uno de abril los focos del mundo del fútbol viajaron de Madrid a Barcelona y de allí a Londres, pasando por aeropuertos, oficinas y estadios. El nombre propio era Haaland, el delantero de moda en Europa, pero el verdadero protagonista fue Mino Raiola, su agente, emprendido en una romería comercial para subastar al futbolista noruego al mejor pagador, o al menos a subir su precio. Al mismo tiempo, en un lujoso despacho de Manchester, Kevin De Bruyne firmaba un nuevo contrato que lo convertía en el futbolista mejor pagado de la Premier League; y lo hacía sin representante.