Futbolista todavía de detalles e instantes, aún inconstante, de indudable talento, Joao Félix desató la victoria del Barcelona en el Metropolitano junto al incontestable Lewandowski, decisivos para mantener viva la competencia por LaLiga, cambiar el partido y domar al Atlético de Madrid, potente al inicio, vulnerable después, derrotado 0-3 y relegado a la quinta posición.
El primer gol fue del atacante portugués, el segundo del delantero polaco y el tercero de Fermín para asaltar la segunda plaza; propiedad ya del grupo de Xavi Hernández (expulsado en 42 minutos), ganador en cada uno de sus cinco duelos contra Diego Simeone, nueve puntos por encima de los rojiblancos y ocho por detrás del liderato del Real Madrid. Quedan 27 por competir.
La victoria en el Metropolitano, donde no ganaba nadie en LaLiga desde que lo hizo él mismo el 8 de enero de 2023, incide en la insistencia del Barcelona en una pugna que parece perdida, pero que aún tiene recorrido, con un duelo entre los dos aún pendiente en el estadio Santiago Bernabéu. Una misión más que compleja. No imposible.
Tampoco lo es ganar en el Metropolitano. No lo había hecho nadie en esta Liga, con 40 de los 42 puntos disputados este curso allí en poder del Atlético. Menos aún tal y como empezó el partido, pero el Barcelona soportó su peor momento al comienzo, reaccionó con talento y determinación y se impuso con una autoridad inusitada, dirigido por Lewandowski, que participó en cada uno de los tres tantos. Asistió en dos y marcó otro.
Joao Félix aprovechó la primera. Bajo la bronca sobre él (tremenda cuando fue cambiado en el minuto 77 o cuando sonó su nombre por megafonía), en la nula incidencia por la que se movió al comienzo, como su equipo en ataque, él desató de repente el triunfo en el minuto 38. La mejor jugada del Barcelona, por la visión de Gundogan, la maniobra y el giro de Lewandowski a la espalda de Savic y su combinación con el goleador. Desbordante.
El delantero portugués fue mucho más comedido en su alegría por el gol que en la primera vuelta en el Camp Nou. En su anterior y futura casa, tal y como refleja su contrato hasta 2029, rebajó la gesticulación, prácticamente inexistente, mientras todos y cada uno de sus compañeros lo envolvían en un abrazo grupal que representó todo lo que significó ese gol.
Porque, entonces, el Barcelona escapó de un laberinto. La presión del Atlético, en la agitación del once de Simeone (sin Griezmann ni Koke, con Riquelme, Llorente y Morata para apretar arriba a su adversario), lo destinó antes a un callejón sombrío más de media hora, estresado, acechado y ofuscado con una inoperante y trompicada salida de balón.
Hasta ahí lo dirigió el equipo rojiblanco, al que perteneció la puesta en escena. Limitó las vías del Barcelona. Cada conexión de su defensa hacia adelante. Ni Fermín ni Gundogan ni Sergi Roberto, en el medio. Ni Joao Félix ni Lewandowski (uno para uno tantas veces contra Witsel) ni Raphinha, en el ataque. Las líneas eran insuperables para el Barça. Media hora.
Reducido a prácticamente la nada entonces, aliviado por la falta de precisión del grupo de Diego Simeone y pendiente de resolver cómo y por dónde romper al Atlético, el Barça no sobrepasó de verdad el medio campo con la destreza que se le presupone a un equipo del calibre hasta el minuto 34. Cuando lo hizo, su amenaza fue evidente. Después, concluyente. Antes, el centro de Lewandowski lo remató fuera Raphinha. El primer aviso.
El partido había virado. Ya visiblemente. No era tan efectiva la presión del Atlético. No tenía tantos problemas para poner el balón en juego el Barcelona. La siguiente oportunidad fue la confirmación absoluta, con el desmarque y el zurdazo de Fermín que atrapó Oblak; la antesala un minuto antes de lo que ocurrió después, el citado 0-1 de Joao Félix.
La respuesta antes del descanso fue una volea alta de Morata. Después, la incursión de Griezmann y Memphis para toda la segunda parte. El francés, por Lino. El neerlandés, por el delantero madrileño. Otro escenario, otro plan, otras necesidades... Un minuto y 20 segundos nada más. Rodrigo de Paul lo hizo todo mal en la reanudación. Primero, una tarjeta. Después, un error. Una secuencia de 80 segundos. El fallo originó el 0-2 de Lewandowski.
El pase del argentino, en una posición cómoda, en su terreno, fue a Raphinha. Una entrega impropia de un partido de este nivel. El brasileño la picó, el polaco la recogió, se giró y conectó un tiro a la altura del goleador que es. Nada sencillo, aparentemente sin opciones, con Oblak empleado en la cobertura de la portería, la cruzó junto al poste. Milimétrica. Un mazazo.
Aún lo intentó el Atlético, con un tiro de Riquelme o una volea de Marcos Llorente, al que se opuso extraordinario Ter Stegen, con una parada prodigiosa, para sostener el 0-2, que creció después, en el minuto 65, cuando Fermín cabeceó el 0-3 entre la zozobra que ya sufría el conjunto rojiblanco en su estructura defensiva. Aún evitó Oblak el 0-4 sobre la línea. El Metropolitano no es invencible. ¿LaLiga es posible?