El español Carlos Alcaraz, número 1 del mundo, avanzó a tercera ronda de Roland Garros pese a dejarse la primera manga del torneo contra el japonés Taro Daniel, 112 del ránking, 6-1, 3-6, 6-1 y 6-2, en un partido jugado en un ambiente desapacible por el viento. El murciano se mostró muy sólido en todo el partido, pero perdió la concentración en el segundo set, con lo que deja algunas dudas para rondas más elevadas y contra rivales de más peso.
"Es muy difícil jugar en estas condiciones, he intentado estar concentrado pero con el viento no es fácil, pero creo que he podido dar un elevado nivel pese al viento", dijo el español, que agradeció el apoyo que le está dando el público y, tras pensárselo bien, escribió en la cámara un "j'aime Paris".
Su siguiente rival será, como estaba previsto, el canadiense Denis Shapovalov, que se impuso, dejando también un set, al italiano Matteo Arnaldi, 6-2, 3-6, 6-0 y 6-2. Alcaraz nunca se ha medido al canadiense, favorito 26, que tras un bajón de juego parece haber recuperado su mejor nivel.
La victoria 32 de Alcaraz esta temporada, la 22 en tierra batida, no fue ni la más fácil, ni la más hermosa, ni la más tranquila. Fue trabajada y perseguida con ahínco, empañada por ese set que se quedó en el camino, pero al que el español respondió con oficio de campeón, enrabietado en su fuero interno.
Contra viento y marea, Alcaraz trató de dominar la contienda desde el inicio, poner el partido de su lado y amilanar a un rival que, sobre el papel, estaba muy por debajo. Lo logró en parte el español, que a base de golpes fuertes, encarriló el primer set con tres juegos de entrada y cediendo solo uno ante un rival que hacía de espectador.
Pese a la superioridad, el murciano no estaba cómodo en el ambiente desapacible de la central de París, con rachas de viento que barrían la tierra batida y dificultaban controlar el más mínimo detalle. Debió percibirlo el japonés que adelantó líneas en el segundo set, fue más agresivo y sorprendió a de El Palmar que se vio 3-0 en un abrir y cerrar de ojos.
Así se le escapó el primer parcial de la quincena y con él algo del prestigio de casi invencible que había traído hasta París, aunque a diferencia de lo que sucedió en la segunda ronda de Roma, cuando se dejó sorprender por el húngaro Fabian Marozsan, como Daniel un tenista fuera del top-100, ahora tenía más margen para rectificar.
Y no lo desaprovechó, porque aprovechando que el viento daba una tregua, enseguida endosó cuatro juegos consecutivos al japonés y recuperó el hilo perdido, más centrado desde el fondo de la pista, menos pendiente de los detalles que le habían arrastrado fuera de la central. Sus bolas volvieron a ser más largas, sus golpes más dañinos, sus dejadas menos previsibles y sus subidas a la red más letales, a medida que la resistencia de su rival iba asemejándose más a su lugar en el ranking.
Alcaraz recobró el brío habitual, celebró los puntos con la rabia de quien regresa de un mal trago y puso todo el huracán en contra del japonés, que de nuevo se vio arrastrado por la vorágine. El resultado fue otro 6-1 que encarrilaba el duelo, aunque Daniel quería aferrarse al mismo y aprovechaba el más mínimo bajón del español para subirse a las barbas.
No lo permitió el número 1 del mundo, que ya había tenido su ración de susto de la jornada y que no bajó el pistón hasta la victoria.