Cuenta la leyenda que el soldado romano que le clavó la lanza a Jesús cuando estaba en la cruz para demostrar que había fallecido, conocido como Longinos según evangelio apócrifo, no veía muy bien y que cuando le cayó la sangre de Cristo, éste recobró la visión y se convirtió al cristianismo. Luis Tobajas nos cuenta en este Desafío Viajero cómo esa lanza se llegó a convertir en reliquia.
Luis nos hace un recorrido por la historia siguiendo la lanza que se establece en varios lugares del mundo. Concretamente nos habla de la de Viena. Para lo que se remonta a época de Constantino y su madre Elena, quien la encontró junto a tres clavos y una corona de espinas en un templo de Jerusalén. Elena envió los clavos a su hijo mientras que el resto de elementos los dejó en Jerusalén.
Constantino mandó fundir esos clavos y con ellos elaboró una lanza. Con esa lanza se ganaban todas las batallas y así fue siglo tras siglo, acabando denominándola como la “Lanza del Destino”. Llegó a manos de Hitler en Viena, estuvo después en Estados Unidos y terminó de nuevo en Viena.