Insectos

Ver procesionaria en febrero ya no es excepcional

Las temperaturas suaves que se registran en invierno y la escasez de lluvias hacen que cada vez sea más habitual ver orugas procesionarias en los parques y en los montes. Son factores que engañan a las orugas que deciden salir de su nido y bajar hasta el suelo. Es ahí donde pueden suponer un peligro, sobre todo, para niños y animales.

Lourdes Funes

Zaragoza |

Oruga procesionaria/Pixabay

Hace unos años era excepcional ver a las orugas procesionarias y a otros insectos en pleno invierno. En la actualidad es habitual debido a que, en meses como enero o febrero, las temperaturas son suaves y no llueve. Natalia Arnal, veterinaria y secretaria de la Junta de Gobierno del Colegio de Veterinarios de Zaragoza, explica cómo ya hace semanas que las orugas han hecho presencia en parques y zonas de monte de la comunidad.

Ver a las orugas procesionando resulta atractivo, sobre todo para los niños y para los perros, que acercan el hocico y al olerlas o tocarlas con las patas entran en contacto con los pelos de la oruga que contiene una sustancia que les produce una reacción alérgica o, en casos más extremos, hasta shock anafilácticos.

La doctora Arnal, explica cómo se puede comprobar si nuestra mascota ha entrado en contacto con una oruga procesionaria si:

  • muestra nerviosismo
  • saliva en exceso
  • se le inflama la lengua o se le enrojece
  • si tiene problemas al respirar
  • con las patas se rasca los ojos y el hocico

En el caso de que veamos que ese contacto se ha producido, Natalia Artal, recomienda que se llame al teléfono de guardia del veterinario de confianza mientras se dirige a consulta, para que estén preparados. Y, mientras tanto, hay que lavar la zona de contacto con agua tibia y no frotar, además de evitar tocar con nuestras manos las zonas afectadas porque podemos extender esos pelitos de las orugas a otras zonas.