El Savoy de la calle Covadonga cerró hace un mes. Su responsable, Javier Egocheaga, "Javi Savoy", tomó la decisión porque necesitaba un poco de tranquilidad. Cuando abrió ese local hacía una década veía la oportunidad de diversificarse y tener un local de música en directo que complementase al mítico Savoy de Dindurra. Pero era un local "muy personal" que requería mucho tiempo y esfuerzo. Muchos sabían que podían ir al Savoy a comer o tomar algo y escuchar música de esa que no tiene tantas oportunidades normalmente de ser escuchada. Los músicos tenían allí un local que pensaba en ellos. Su cierre les deja un poco huérfanos.
Javi es consciente de que el futuro apunta a que locales como el suyo sean sustituidos por una oferta "más plana". No solo en bares. El comercio local también lo vive. O los restaurantes. Se ve más rentabilidad en "apuestas seguras" sin pensar en la personalidad que tenga. Se ve más dinero en una franquicia que en un local "personal". Sin embargo, como alma rockera que es, Javi cree que alguien acabará ocupando su lugar aunque no sea una demanda mayoritaria.
La historiadora Arantxa Margolles sitúa el inicio de este cambio de tendencia en los años 90. El cierre de los cines de Gijón permitió visualizar el futuro hacia el que nos encaminábamos. También la pérdida de la cafetería Tívoli. No solo perdemos negocios reconocibles, sino que perdemos locales que creaban comunidad y tenían identidad. La historiadora cree que nos arrepentiremos, aunque es consciente de que el cambio en parte está motivado por nosotros mismos. Las nuevas generaciones ya no quedan en los bares, y los hijos de hosteleros y comerciantes prefieren empleos más "estables" en grandes empresas. Las mismas que en muchas ocasiones sustituyen a los locales de siempre.
Pero lo que sucede en Gijón no es algo exclusivo. Pasa lo mismo en toda España, de manera más acelerada desde la pandemia. En la última década han desaparecido unos 14.800 bares en España. Pequeños locales son sustituidos por otros de mayor tamaño. Y no solo se pierde al hostelero, también al parroquiano. El antropólogo militante, tabernero social y aprendiz gastronómico Sergio Gil nos cuenta que lleva tiempo desde su concepto de "Gastropología" detectando cierta desafección hacia los bares. Por un lado los jóvenes los sienten menos suyos y por otro no tienen quizá el dinero necesario para disfrutarlos. Todo ello favorece un caldo de cultivo tendente hacia la "homogeneización". Y en sitios tan iguales es menos probable que "pasen cosas" como pasaban en los bares de siempre.
Solo hemos mencionado algunos, pero Gijón es hoy muy diferente al de hace unos años. Hemos perdido Calzados chiqui, la citada cafetería Tívoli de la calle corrida, Los Vikingos de la escolerona, Los valencianos, en la calle Cabrales. La cetárea Oviñana, las mercerías El Jazmín o La nueva. Tiendas de ropa como El cometa o Botas, en la zona centro. Tritón, una tienda de telas en la calle Menéndez Valdés. Los Cines Arango, Robledo, María Cristina o el hernán cortés. La tienda de discos Discoteca. La juguetería Manso, los futbolines del mosquito en el vallín, el trisquel en Pedro Duro. El Escocia. Las discotecas clásicas como el Tik o La fábrica. Suma y sigue.