Durante la sesión del juicio por el suceso ocurrido el 1 de noviembre de 2012, en el que murieron cinco jóvenes, Robert S. ha reconocido que a partir de esa hora notó que había "muchísima gente" y que por el "pinganillo" avisaron de que se estaba produciendo un exceso de aforo.
El testigo ha contado que les entregaban ese aparato al mismo tiempo que el chaleco amarillo y que cree que "casi todos" los trabajadores lo llevaban aquella noche.
Por ese sistema dijeron: "Esto no es normal, aquí va a pasar algo, va a morir gente". Pero pese a estos avisos ha asegurado que el no se movió de su sitio porque no podían abandonar su puesto de trabajo.
"Dos veces que me dijeron que si podía bajar a echar una mano, porque aquello no parecía normal, pero claro yo estaba arriba e imposible, no llegué a bajar en ningún momento", ha reconocido.
Además ha añadido que donde él estaba, en la primera planta, también había muchas personas y que tuvo que poner una valla "para sujetar a la gente, porque no se podía aguantar".
El controlador de accesos, que a preguntas de una de las acusaciones particulares ha dudado de si estuvo como controlador o auxiliar, además de añadir que no recordaba para qué empresa trabajó aquella noche, ha afirmado que les dijeron que había enfermería, pero no les aclararon "dónde estaba".
Por su parte, Iván T., que también trabajó la noche de la tragedia en el Madrid Arena, ha manifestado que "no recuerda" si le dieron un sistema de comunicación junto con el chaleco.
El testigo, que estuvo de auxiliar de accesos en el exterior del recinto, ha reconocido que no firmó ningún contrato para trabajar aquella noche y tampoco recuerda para qué empresa lo hizo.
Iván ha contado que en un momento de la noche vio a unos compañeros corriendo hacia dentro de la sala y éstos le dijeron: "Vamos, vamos, vamos que hay una avalancha", pero ha dicho que desconocía cómo se enteraron ellos de lo que estaba ocurriendo.
"Entré a socorrer al vomitorio y volví a mi puesto de trabajo", ha relatado.