La muestra, comisariada por Javier González de Durana, suscita un diálogo entre sus esculturas, centrado en la producción realizada durante dos décadas –los años 50 y 60- en las que Oteiza y Chillida se conocieron, tuvieron relación de amistad y cada uno contempló con atención e interés la obra del otro. El recorrido expositivo ofrece una conversación entre sus pensamientos estéticos y sus realizaciones escultóricas.
La selección de obra se ha realizado desde una perspectiva cronológica, iniciándose en 1948 con sendos viajes -cuando Oteiza regresa a España después de su larga estancia en Latinoamérica y Chillida se marcha a París con la voluntad de convertirse en escultor-, y concluye en 1969 -con la culminación de la estatuaria del Santuario de Arantzazu por parte de Oteiza y la instalación de la primera gran obra pública de Chillida en Europa ante el edificio parisino de la Unesco. Ambos trabajaron para el Santuario de Arantzazu, donde dejaron algunas de sus mejores obras de la primera mitad de los años 50 ―abstracción geométrica en las puertas y existencialismo trágico en la estatuaria―, pero cuando alcanzaron la plenitud creativa fue a partir de 1955-56, cuando Oteiza dio inicio y completó sus investigaciones espaciales que denominó “propósito experimental”, y Chillida empezó a “cortar el hierro” para crear el peculiar y romántico lenguaje cercano al informalismo. A las obras de la Fundación Museo Jorge Oteiza y Chillida Leku se seman las procedentes de otras colecciones públicas y privadas.
La muestra estará abierta hasta octubre. El Museo ofrece visitas guiadas y ha diseñado un completo programa de actividades con charlas, talleres infantiles y excursiones.