En "Prohibida en Normandía", la escritora Rosario Raro (Segorbe, 1971) recupera la figura de Martha Gellhorn. Desconocida para muchos, se trata sin embargo de una de las corresponsales de guerra más importantes del siglo XX y que fue eclipsada por su propio marido, el archifamoso Ernest Hemingway. En sus páginas, publicadas por la editorial Planeta, los lectores descubrirán a la protagonista colaborando con The Ghost Army, un ejército que se creó en Hollywood para engañar a los nazis. Ella y su marido inventaban las vidas de soldados que no existían. Pero Martha aspira a mucho más: quiere cruzar el Atlántico y relatar de primera mano la etapa definitiva de la II Guerra Mundial y que supuso la liberación de los territorios de Europa occidental por la Alemania nazi La novela, basada en hechos reales, conmemora el 80 aniversario del Desembarco de Normandía.
P.- ¿Con qué idea ha querido escribir esta novela?
R.R.- He querido contar la historia de la corresponsal de guerra Martha Gellhorn. Llegué a ella porque me estaba documentando sobre el ejército fantasma creado en Hollywood, que también se le llaman Los Fantasmas de Dover, que fue una maniobra de distracción para que los alemanes creyeran que las tropas aliadas iban a entrar por el Estrecho de Calais que es la parte más estrecha del Canal de la Mancha, cuando realmente y como todos sabemos, el desembarco se hizo por las playas de Normandía. Y me interesó muchísimo que los 1.100 hombres que fueron seleccionados para esa operación fantasma, no eran soldados sino que eran trabajadores de los grandes estudios del Hollywooddorado de los años 40, y muchos estudiantes de las escuelas de arte de Los Ángeles. Y sobre todo eran atrezzistas, fotógrafos, pintores, escultores, es decir todos aquellos que construyen el cine. Lo trasladaron todo esto a Dover y realmente consiguieron su cometido. Sin esa intermediación del arte cinematográfico el número de bajas, que ya es escalofriante, hubiera sido todavía mayor.
P.- ¿Qué le ha llevado a rescatar la figura de Martha Gellhorn?
R.R.- Yo quería que Martha Gellhorn Gellhorn fuera realmente el centro de la historia. No solo de mi novela. Porque le había sido arrebatada. El hecho de que estuviera a penas cinco años casada con Ernest Hemingway la eclipsó, pasó a ser "la mujer de..." como si no tuviera entidad propia. Y ella tenía una frase que me gusta mucho y es que no quería pasar a la historia como una nota a pie de página de la vida de otra persona. Porque su relación con él le supuso un lastre y también que su brillo se viera opacado.
P.- Esta novela, ¿deberían leerla todas las chicas jóvenes estudiantes de periodismo?
R.R.- Sí. Estaría muy bien, yo he sido profesora en la Facultad de Periodismo donde impartía Lengua Española y sí que llevé, sobre todo en primero, a periodistas para que reafirmaran su vocación. Y muchos alumnos me decían después de la intervención de aquellas personas... pues sí realmente esto es lo que quiero estudiar y de lo que quiero vivir!. Y en el caso de las mujeres yo creo que esos referentes están muy bien. Claro, estamos hablando ahora 80 años después y hay magníficas corresponsales de guerra, pero sí que es verdad que a ella y las reporteras extranjeras que estaban en el Hotel Dochester de Londres -epicentro de las crónicas sobre la II Guerra Mundial- fueron pioneras y lo tuvieron muy complicado.
P.- Vemos en la novela que Martha Gellhorn se enfrentaba, realmente, a tres frentes distintos es así?
R.R.- Ella se enfrente, efectivamente, primero al frente propio de la guerra. Luego el del ámbito periodístico porque muchas veces los que hacían esos comentarios tan hirientes y los que le ponían trabas, eran compañeros de redacción. Y el tercer frente fue lo que le supuso su matrimonio. El ejército prohibió absolutamente que hubiera mujeres en el Desembarco de Normandía, a ella se le denegó la acreditación de prensa. Y esperaba que cuando se la ofrecieran a Hemingway él se negara a ir. Y sin embargo no tuvo ninguna duda. Entonces, a ella le dolió porque esperaba solidaridad y esperaba que fuera un gesto que tuviera mucha repercusión porque él tenía un gran prestigio, como periodista y como escritor. Se sintió muy decepcionada y, de hecho, cuando acabó la guerra acabó su matrimonio. Por cierto él nunca le perdonó que fuera la única mujer que le había dejado. Y eso lo pagó.
P.- Hollywood, San Francisco, San Luis, Londres, Dover, Normandía, Canfranc... usted siempre considera que es vital para un escritor conocer los escenarios donde se desarrollan sus novelas. Y lo vemos en el resultado de las páginas de esta nueva novela también.
R.R.- Sí Aporta al texto profundidad porque, claro, no escribes solo de lo que ves a través de la documentación, sino que de alguna forma lo has vivido y yo recorrí todos los lugares que aparecen en la novela. Y hay un momento en la narración en que, como está documentado que la protagonista cruza el Pirineo a pie pues...claro sobre Francia caían muchos aviadores de los que derribaban los alemanes y la población francesa los ayudaba pero luego tenían que salir de Francia para volver a luchar. Y muchos atravesaron el Pirineo por Canfrac. Y como ese era ya territorio conocido como saben mis lectores, ella no podía cruzar por otro sitio.
P.- En toda guerra hay un hotel mítico, y en esta novela también ¿verdad?
R.R.- Claro. El Hotel Dorcherster en Londres. Verdadero epicentro de los periodistas que cubrían la guerra, llegó a haber más de 500 e informadores para contar el conflicto. Allí estaba alojado Eisenhower también, que ocupaba toda una planta- había bastantes aristócratas y luego lo que la administración del hotel llamaba "cerveza mixta", que era la prensa extranjera y muchos espías y "correveidile" también. A mi me resultó curioso ver la publicidad del Dochester para las agencias internacionales de noticias: para que les reservaran habitaciones les decían que el hecho de que fuera de hormigón apenas sufría daños en los cristales cuando bombardeaba la aviación alemana. En realidad era un poco "Pompeya después de la erupción", porque las heridas de la guerra se veían en el hotel.