TEMPORAL

Un epidemiólogo urge a tomar medidas ante el riesgo de infección en las zonas afectadas por la Dana

EFE

Madrid |

Voluntarios realizan labores de limpieza en una de las zonas más afectadas por la Dana
Voluntarios realizan labores de limpieza en una de las zonas más afectadas por la Dana | Europa Press

El riesgo de infección por agua estancada aumenta a partir de las 72 horas tras una inundación, por lo que es fundamental que en las zonas afectadas por la Dana se implementen "sin demora" acciones preventivas para evitar la posible aparición de brotes infecciosos, como asegurar el acceso a agua potable segura y fomentar buenas prácticas de higiene.

Así lo ha asegurado a EFE José María Martín-Moreno, doctor en Epidemiología y Salud Pública por la Universidad de Harvard y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universitat de València, quien afirma que la clave para evitar una crisis de salud pública "reside en la rapidez de estas intervenciones".

Entre las infecciones más preocupantes que podrían producirse se encuentran las asociadas al consumo de agua contaminada, como la gastroenteritis bacteriana (por bacterias como Escherichia coli, Salmonella, Shigella, y Campylobacter), o la hepatitis A. También la leptospirosis.

Así mismo es común que se presenten infecciones en la piel y en los ojos, además del riesgo de enfermedades transmitidas por vectores como mosquitos.

Riesgos tras una inundación

Según indica, tras las inundaciones pueden surgir riesgo importantes por la acumulación de agua estancada, la posible contaminación del agua de consumo y las alteraciones en los sistemas de saneamiento, que crean condiciones favorables para que patógenos y vectores se desarrollen y se propaguen.

El agua estancada, especialmente cuando contiene barro o lodo, "se convierte en un hábitat perfecto para la proliferación de vectores como mosquitos y cucarachas, así como de roedores y microorganismos capaces de causar infecciones en humanos", advierte.

Añade que estas condiciones, tanto biológicas como ambientales, "forman un entorno óptimo para que se multipliquen diversos agentes infecciosos y animales que pueden transmitir enfermedades".

Además, existe el riesgo de que, en medio de una inundación, las aguas residuales se mezclen con el suministro de agua potable, lo que aumenta la posibilidad de brotes de enfermedades graves, sobre todo en zonas donde el sistema de saneamiento ha sido afectado.

"Para prevenir la propagación de estas enfermedades, es fundamental asegurar el acceso a agua potable segura y fomentar buenas prácticas de higiene", afirma el médico epidemiólogo y especialista en medicina preventiva y salud pública..

Enfermedades que podrían derivarse o agravarse

Respecto a las enfermedades que podrían derivarse a agravarse tras una situación de inundación, afirma que dependen de diversos factores, entre ellos la rapidez y eficacia de las respuestas implementadas, pero subraya que las infecciones transmitidas por el agua "son uno de los mayores riesgos en estos casos".

"El tiempo de agravamiento del riesgo suele estar entre las primeras 24 y 72 horas tras la inundación, aunque esto varía en función de la temperatura, la restauración de servicios básicos y las medidas de limpieza que se adopten", alerta.

Considera "fundamental" que las autoridades sanitarias "implementen sin demora acciones preventivas, tales como asegurar el acceso a agua potable segura, tratar las aguas estancadas y monitorizar y hacer seguimiento de la posible aparición de brotes infecciosos".

Además, afirma que es clave educar a la población sobre prácticas de higiene para reducir riesgos, así como extremar precauciones en el consumo de alimentos y agua.

También advierte de aquellos que ya padecen enfermedades crónicas, ya que enfocarse solo en las emergencias agudas "puede dejar desatendida a esta población vulnerable, lo cual podría tener consecuencias graves" y por ello cree vital garantizar la continuidad de la atención a quienes necesitan cuidados constantes.

Medidas a adoptar

La clave para evitar una crisis de salud pública reside en la rapidez de intervenciones coordinadas entre las autoridades sanitarias, los servicios de emergencia y la propia comunidad porque la responsabilidad de prevenir y controlar enfermedades "recae tanto en las acciones oficiales como en el compromiso de cada persona para seguir las recomendaciones y mantenerse alerta".

Entre las medidas preventivas para evitar esa crisis destaca la necesidad de asegurar el acceso a agua potable, algo "fundamental para evitar enfermedades de transmisión hídrica", y afirma que es "crucial restablecer los sistemas de alcantarillado y gestionar los residuos de manera rápida".

"En áreas donde aún no se haya restablecido el saneamiento, se recomienda el uso de baños portátiles y sistemas temporales de eliminación de residuos para minimizar el contacto de la población con aguas contaminadas", indica este médico epidemiólogo y especialista en medicina preventiva y salud pública..

También apunta a medidas como el drenaje de aguas estancadas, ya que éstas se convierten en un "criadero de mosquitos que pueden transmitir enfermedades", la higiene y ventilación de espacios para reducir el moho y limpiar y desinfectar sus pertenencias e indica que en ese proceso "el uso de mascarillas puede ser beneficioso para evitar inhalar esporas".

También es necesario el control de vectores y, además del drenaje, es importante implementar medidas de fumigación en zonas de mayor riesgo para reducir la población de mosquitos adultos, unas acciones que deben repetirse periódicamente durante las semanas posteriores a la inundación para asegurar su efectividad.

Asimismo, el doctor Martín-Moreno señala que se debe establecer un sistema de vigilancia epidemiológica para detectar posibles brotes de manera temprana, reduciendo así la severidad y extensión de las infecciones.

"Estas medidas requieren una ejecución rápida y organizada, con la colaboración de todos los sectores involucrados y un enfoque en la educación y concienciación de la población sobre los riesgos y las prácticas seguras", asevera.

Respecto al equipo de protección personal (EPI), recomienda el uso de botas impermeables con suela gruesa, guantes de trabajo impermeables y resistentes a productos químicos, ropa de manga larga y pantalones largos, y el uso de mascarillas y gafas de protección cuando haya contacto con sustancias químicas o riesgo de inhalación de partículas en ambientes con polvo o residuos.

Además, los coordinadores de estos programas de colaboración deben asegurarse de que los voluntarios tengan sus vacunas al día, especialmente contra enfermedades como la hepatitis A y el tétanos, para reducir riesgos de salud en estas condiciones.

Ayuda de voluntariado

El experto señala que aunque la participación de voluntarios puede ser de gran ayuda, su movilización debe realizarse de forma controlada y organizada, bajo la supervisión de entidades de protección civil y de salud pública. "Es crucial que estén debidamente preparados, cuenten con el equipo necesario y no sobrecarguen una infraestructura que ya se encuentra afectada".

Advierte de los riesgos a los que pueden exponerse, ya que las zonas inundadas pueden presentar peligros físicos y sanitarios, como aguas contaminadas, estructuras debilitadas y otros riesgos.

"Lo ideal es contar principalmente con personal especializado y capacitado, especialmente en áreas como gestión de desastres, primeros auxilios, saneamiento y salud pública", concluye.