Noruega recordó de forma solemne a las 77 personas que mató hace cinco años el ultraderechista Anders Behring Breivik y también a las víctimas de los atentados yihadistas de los últimos meses, para llamar a defender la libertad y la diversidad frente a cualquier ideología terrorista.
En presencia de los príncipes herederos Haakon y Mette-Marit, los actos organizados en el quinto aniversario de la tragedia comenzaron en el barrio gubernamental de Oslo, donde Breivik comenzó su matanza. Allí hizo estallar una furgoneta que causó ocho víctimas mortales y desde ese punto se desplazó a la isla de Utøya para asesinar a otras 69 personas en un campamento de las Juventudes Laboristas.
Aquel día de verano fue uno de los días más oscuros de Noruega, afirmó la primera ministra, Erna Solberg, en un discurso institucional después de que se leyeran, uno a uno, los nombres de todas las víctimas mortales. Junto a Oslo, Solberg recordó la larga lista de lugares de todo el mundo azotados por atentados en los últimos meses -desde Niza a París, Bruselas, Estambul, Beirut, Bagdad, Nairobi y Orlando- y destacó que, aunque la ideología terrorista pueda ser diferente, en todos subyace un "lenguaje común": la violencia, el odio y el "desprecio hacia la democracia".
Las armas y la violencia, continuó Solberg, son los principales medios de terroristas y extremistas para crear ansiedad y miedo y, frente a ellos, es necesarios dar a los jóvenes esperanza para que confíen en la democracia. El 22 de julio de 2011 mostró que el extremismo puede crecer en todas las sociedades, pero la primera ministra defendió a Noruega como una sociedad abierta y abogó por preservar los valores de la libertad y la diversidad.
Tras su discurso, los príncipes herederos depositaron dos coronas de flores blancas en recuerdo a todas las víctimas y los asistentes al acto guardaron un minuto de silencio. A la ceremonia asistió también el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, primer ministro noruego en el momento de la tragedia y obligado a lidiar entonces con las críticas por la lentitud de la respuesta policial ante las alertas que llegaban de Utøya, donde Breivik fue asesinando a sangre fría a los asistentes al campamento.
La mayoría de los 69 muertos en la isla tenían entre 14 y 17 años; según afirmó Breivik ante el juez, los asesinó para "castigar" a la socialdemocracia por "traicionar" al país "importando" musulmanes y para salvar a Europa occidental del islam y del "marxismo cultural". Breivik, considerado uno "lobo solitario" fascista e islamófobo, fue condenado al año siguiente a la pena máxima de 21 años prorrogables de forma indefinida.
El pasado mes de abril la justicia noruega le dio en parte la razón y condenó al Estado por "trato inhumano" en prisión al ultraderechista, que se presentó en la primera jornada de ese proceso civil haciendo el saludo nazi. El fallo supuso un revés para el Estado, cuyos representantes legales insistieron en el juicio celebrado en el penal de Skien (al sur de Oslo) que no existía tal maltrato a Breivik, a quien calificaron de "narcisista alterado ideológicamente".
Tras la ceremonia celebrada en la capital noruega, la isla de la isla de Utøya acogerá esta tarde un acto similar con los familiares y amigos de las víctimas y participación del líder laborista noruego, Jonas Gahr Støre, y del de las juventudes del partido, Mani Hussaini. Tras tres años de ausencia, el pasado verano los jóvenes laboristas volvieron a instalar sus tiendas de campaña en la isla y en agosto regresarán de nuevo.