El inesperado triunfo de Fillon, sumado al relativo aguante de Juppé, provocaron la eliminación de la carrera del expresidente Nicolas Sarkozy, que fracasa en su apuesta de reconquistar el Elíseo cinco años después de haberlo dejado escapar frente al socialista François Hollande.
Fillon, de 62 años, que durante buena parte de la campaña fue considerado como el tercer hombre del anunciado duelo entre Juppé y Sarkozy, remontó en las últimas semanas, según los sondeos, para lograr un triunfo de enormes dimensiones.
Ninguna encuesta auguró que el ex primer ministro obtendría un respaldo tan importante como el 44 % de los votos, 16 puntos más que Juppé y 23 más que Sarkozy.
No solo se acercó a la mayoría absoluta sino que, además, recibió el apoyo para la segunda vuelta de Sarkozy y del exministro Bruno Le Maire, el quinto en discordia.
La dimensión de la victoria de Fillon fue tal que algunos de sus lugartenientes pidieron a Juppé que se retirara de la carrera para evitar disensiones en la derecha y el centro.
Pero el alcalde de Burdeos, que durante toda la campaña ha sido el favorito de los sondeos, decidió mantenerse en liza con la intención de dar la vuelta al terremoto de Fillon, para lo que cuenta con el debate, cara a cara, que ambos celebrarán el próximo jueves.
El duelo augura una oposición entre los postulados más conservadores de Fillon frente a los más moderados de Juppé. El ganador de la segunda vuelta tiene muchas opciones, según los sondeos, de alcanzar el Elíseo, frente a una izquierda desunida y una extrema derecha perjudicada por el sistema a dos vueltas.
Unos 4 millones de electores acudieron hoy en masa a las urnas, lo que provocó largas colas y algunos problemas, como la falta de papeletas en ciertas mesas, y designaron a Fillon como el mejor situado para ganar las presidenciales de abril y mayo próximos.
Liberal en el terreno económico y conservador en el moral, casado con una ciudadana británica, padre de cinco hijos, partidario del uniforme en la escuela y de entonar La Marsellesa en la misma, de retirar el derecho a la adopción a las parejas homosexuales y de endurecer las fronteras, Fillon ha seducido como buen contrapunto a la extrema derecha ascendente en Francia.
Sus propuestas liberalizadoras, como acabar con la semana laboral de 35 horas, reducir en medio millón el número de funcionarios, suprimir los contratos subvencionados y bajar los subsidios de desempleo, han encontrado un público afín en las huestes conservadoras del país.
Un cuerpo electoral que ha preferido al hombre que dirigió el Gobierno de Sarkozy durante 5 años antes que al propio expresidente, pese a que sus programas tenían multitud de puntos en común.
El contrapunto lo pondrá Juppé, que durante semanas encabezó los sondeos gracias a su programa moderado y su talante dialogante, pero que a medida que avanzó la campaña vio su ventaja esfumarse hasta que en la primera vuelta quedó lejos de Fillon.
El alcalde de Burdeos, de 71 años, que obtuvo más de medio millón de votos menos que Fillon, propone aspirar a un único mandato para recuperar la economía francesa y unificar la sociedad.
Sus partidarios le consideran el mejor situado para derrotar a las opciones radicales, en particular a Le Pen, pero también para vencer al candidato que propongan los socialistas.
Estos elegirán a su postulante en unas primarias en enero próximo y a las que el actual inquilino del Elíseo no desvelará si se presenta hasta mediados del mes próximo.
En medio de todos ellos, el pasado jueves anunció su candidatura el exministro de Economía Emmanuel Macron, que asegura tener un proyecto innovador que no es ni de izquierdas ni de derechas, pero que tiene el marcado carácter liberalizador que impuso en su paso por el Ejecutivo de Hollande.