No pretendo aportar respuestas definitivas a todas estas preguntas. Sino reflexionar en alto.
En el aeropuerto las familias de las víctimas estaban perfectamente separadas de la prensa. Muy de vez en cuando vi a una persona atravesar como un rayo por la terminal con lágrimas en los ojos. Probablemente un familiar. Ninguno de los periodistas, que yo viera, se interpuso en su camino. Mi trabajo tuvo más que ver con los portavoces de la compañía aérea y del aeropuerto.
Cuando fui al pueblo de Haltern Am Seede la situación era otra. La policía había rodeado el colegio de los fallecidos y había cierta agresividad con la numerosa prensa internacional que pretendía obtener algunas informaciones sobre como transcurría esa primera jornada tras el accidente en las aulas a las que deberían haber acudido esa mañana. ¿Morbo? ¿Información?
Acercarse a una de las/los adolescentes que abandonaban la escuela era una tarea sumamente desagradable. Para nosotros y para ellos. Aún con la máxima educación y tacto, incluso abandonando el intento al mínimo gesto de desagrado, la experiencia era anímicamente extenuante.
Yo creo que sí que existe un legítimo interés en el público que podemos satisfacer los periodistas. Interés sobre cómo afecta una tragedia de este tipo a una localidad y a su entorno. Si se hace con el máximo tacto y respeto, a lo mejor hasta es posible que sea una ayuda para los familiares y amigos de las víctimas, a los que hablar puede ayudar. Yo hice mis informaciones con personas que colaboraron libremente, y siempre, creo yo, con la mayor delicadeza. Pero reconozco que es un asunto muy difícil. En fin. Juzguen ustedes.
Y para que así lo hagan, aquí les dejo algunas de mis crónicas en esta localidad. La primera que les propongo es la de la Brújula del miércoles 25 de marzo. La segunda es la del informativo de Noticias mediodía del miércoles 25 de marzo (tienen que avanzar el audio -es fácil- hasta el minuto 40 y 20 segundos). Si pueden hacer comentarios, me interesan. Gracias.