El aceite de palma es la grasa más consumida del mundo al estar presente en la gran mayoría de los productos procesados y envasados con los que llenamos la cesta de la compra y a pesar de que es perjudicial para la salud cardiovascular. "Es una grasa oculta no saludable ya que sube los niveles de colesterol malo y baja los del bueno", ha explicado a EFE Rafael Garcés, investigador del Instituto de la Grasa del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con sede en Sevilla.
La Comisión de Sanidad y Servicios Sociales del Congreso de los Diputados debatirá este miércoles la proposición no de ley (PNL) de Esquerra Republicana que plantea evitar, sobre todo en la población infantil, el consumo de alimentos que en su composición contengan esta grasa. Porque el aceite de palma no se vende en botellas en el supermercado, sino que aparece como ingrediente en la etiqueta de las margarinas, patatas fritas, pizzas, en la mayoría de las marcas de galletas más vendidas, bollería y pastelería industrial o helados, entre otros.
La normativa europea sobre etiquetado exige que se especifiquen todos los ingredientes de un producto ya que, en el caso de los aceites, el de palma se escondía bajo el concepto general de aceite vegetal.
Pero mientras que los aceites de oliva, girasol o colza contienen ácidos grasos insaturados saludables, los de coco, palma y el de palmiste tiene ácidos grasos saturados como el láurico, palmítico y mirístico, que son perjudiciales para la salud, ha indicado el experto. "El aceite de palma -ha añadido- está adecuado tecnológicamente al alimento. Para sustituirlo se necesita otra grasa que permanezca semisólida a temperatura ambiente y hay muy pocas, la grasa animal (manteca) o algunas grasas de origen tropical, y tienen un precio más elevado por lo que no interesa a las empresas".
Así, por ejemplo, la margarina, a diferencia de la mantequilla que contiene grasa de leche animal, se convertiría en líquido a los pocos minutos de estar a temperatura ambiente si llevara otro tipo de aceite menos consistente que el de palma. Ese estado sólido que proporciona untuosidad a los alimentos es una de sus ventajas frente a otros aceites, pero también lo es su precio: unos 650 euros la tonelada de palma, frente a los 900 de la tonelada de girasol y los 3.500 de la de oliva.
La mayor producción de aceite de palma procede del Sudeste Asiático donde cada año millones de hectáreas de bosque y selva son arrasadas para poder cultivar la palmera Elaeis Guineensis, de origen africano. De la parte carnosa del dátil se extrae el aceite de palma, mientras que el aceite de palmiste procede del hueso de ese fruto.
Y es el que más se consume en todo los continentes, incluido Europa que importa al año unos 9 millones de toneladas, de las que 5 o 6 se destinan a la alimentación industrial sin que haya restricciones de uso por parte de las autoridades europeas. "Hay que tener en cuenta que Europa produce 2,5 millones de toneladas de aceite de oliva y 3 millones de toneladas de aceite de girasol. Estamos hablando de que la producción europea de oliva y girasol, dos aceites saludables, es un poco menor que el consumo de aceite de palma en este continente", señala Rafael Garcés