El recorrido por el sur de Francia, siguiendo los pasos de Picasso, comienza en el pueblo francés de Vallauris, un destino donde se consagró a la cerámica. Esta villita de tradición alfarera es uno de los muchos rincones del sur de Francia que podemos recorrer siguiendo los pasos de Picasso, en este año en el que, seguro ya lo saben, el planeta entero conmemora el 50 aniversario de la muerte del probablemente artista más rompedor, más completo y más universal del siglo XX.
Escenarios picassianos de Francia
Un lujo absoluto poder atisbar algunas de las casas donde vivió, escenarios que inspiraron sus cuadros, o haber podido admirar tanta obra suya en los museos vinculados a Picasso que se esparcen por todo el sur de Francia; desde pequeñas ciudades del encanto de Arles, Avignon o Antibes, hasta pueblitos deliciosos como Mougins o Menerbes, donde la mansión de una de sus mujeres, la fotógrafa Dora Maar, alberga hoy una residencia para artistas en un entorno que es un espectáculo. O el pueblito de tradición alfarera que mencionábamos de Vallauris. Por todos se seguirán celebrando los próximos meses montones de exposiciones y actividades vinculadas a Picasso, que ya están disfrutando montones de viajeros llegados de medio mundo para rendirle homenaje.
Picasso fue un gran viajero
Entre muchos otros lugares, Picasso residió en Málaga, Barcelona o París, con fabulosos museos consagrados a su obra que por supuesto también se suman a este año de celebraciones y exposiciones en su honor, pero tuvo un idilio de décadas con el sur de Francia.. De muchas décadas: desde antes incluso de instalarse en Antibes en 1946 hasta su muerte en 1973 en su casa de Mougins a los 91 años, muy mayor, pero sin parar de crear con una actividad frenética hasta el último momento.
Situémonos en 1946, que es cuando se muda al sur de Francia. Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial, que Picasso había vivido en el París ocupado por los nazis. La ciudad, como toda Europa, estaba arrasada. España no estaba mucho mejor, en plena postguerra tras nuestra Guerra Civil y gobernada por Franco. Por mucho que Picasso añorara España, a un alma libre como él ni se le pasaba por la cabeza regresar para vivir en una dictadura, ni tampoco habría podido hacerlo. No olvidemos que en 1937 había pintado el Guernica para denunciar el bombardeo que Franco le permitió realizar a la aviación alemana sobre esta aldea vizcaína y de inmediato el Guernica se había convertido en un símbolo contra la barbarie del fascismo y la guerra. O sea que Picasso, aun siendo ya en aquellos días un artista aclamado en todo el planeta, en la España franquista era persona non grata. Se dice que eligió instalarse en el Sur de Francia en parte por lo mucho que le recordaba a España.
Y es cierto. Ya en 1920, dos décadas y pico antes de instalarse definitivamente en el Sur de Francia, había visitado Arles, una ciudad provenzal preciosa, con un anfiteatro y una huella romana que ningún viajero debería perderse, aunque lo que atrajo a Picasso a Arles fue la luz que había inspirado a Van Gogh, a quien admiraba muchísimo. Pero allí, además, se encontró las fiestas flamencas de los gitanos franceses y las corridas de toros que tanto echaba de menos de España, y regresó a Arles a lo largo de su vida. Por cierto que hasta el 28 de julio en Madrid se exhibe en el Centro Cultural de la Villa la exposición “Picasso en fotos”, donde pueden verse infinidad de imágenes suyas, tanto en plena creación como en su día a día más cotidiano. Muchas de estas fotografías fueron tomadas por un fotógrafo precisamente de Arles, Lucien Clergue, con quien trabó una gran amistad y cuya hija, Anne Clergue, me contaba cómo a través de las fotos de esta exposición de Madrid puede también conocerse al Picasso más humano; lo divertido que era cuando dejaba de trabajar.
El Museo Reattú de Arles, con el medio centenar de dibujos que Picasso le dejó a la ciudad, es uno de los lugares que no deben perderse quienes quieran seguir su huella por el Sur de Francia. Pero hay muchos más en los que empaparse de su obra en un recorrido de mínimo una semana. Tampoco puede faltar el Museo de Antibes, en el castillo Grimaldi de esta encantadora ciudad portuaria, totalmente amurallada, a caballo entre Niza y Cannes. En el verano de 1946, el conservador del museo cedió a Picasso una planta de este castillo con vistas al mar para que instalara allí su taller.
Creó sin parar y experimentó con nuevas técnicas
Una época feliz que vivió con su segunda mujer, la también artista François Gillot, a punto de tener a su hijo Claude. Los más de 20 cuadros y 40 dibujos que le dejó a la ciudad fueron el origen del Museo Picasso de Antibes, con una apabullante colección permanente de "Picassos" y a dos pasos, pequeño inciso etílico, uno puede irse a tomar un trago de absenta al único bar de absenta del mundo. En mi ignorancia, como la absenta suena a lo peor, yo pensaba que era una droga y no. Se trata de un alcohol con cierto regusto al anís, con muchos más grados y mucho más barato que el vino en aquella época y se ve que causaba tantos estragos que estuvo décadas prohibida. Se ve también que la bebían tanto y tantos artistas que el propietario de este bar tan insólito donde sólo se sirve absenta me aseguraba que el cubismo, cuyos padres fueron Picasso y Braque, le deben mucho a la absenta.
Trabajó 7 años con los ceramistas del taller Madura
Volviendo al buen camino, tras las huellas de Picasso tampoco podría dejarse de recalar por el pueblito alfarero de Vallaurís donde conoció a Jacqueline, su última mujer. Hasta finales de octubre puede verse en Vallauris la exposición “la Creación cerámica de Picasso” y en cualquier momento y absolutamente imprescindible, el espectacular mural “Guerra y Paz” que pintó en los 50 dentro de una capilla románica donde estas figuras alegóricas del bien y el mal forran todas las paredes y el techo. ¡En esta pequeña capilla, la pintura de Picasso te envuelve literalmente!
Será imprescindible también recalar por la preciosa ciudad de Avignon, donde en 1970 y 1973 se celebraron las dos últimas grandes exposiciones de Picasso en vida, que tuvieron por cierto muy mala crítica. Aun rozando los 90 años, seguía siendo tan rompedor que el público no supo entender su última etapa y le tacharon de pornográfico. Se vaya o no por Picasso, Avignon es una maravilla. Su casco antiguo tiene una monumentalidad tremenda presidida por el mayor palacio gótico de Europa y encima tiene un festival de teatro único en el mundo que invade literalmente la ciudad cada mes de julio y está a punto de empezar. Pero en lo que nos interesa en esta ruta, destaca la colección de dibujos de Picasso que, entre obras de Cezanne, Degas o Modigliani, exhibe su museo Angladon. Y para colofón dejamos el pueblito de Mougins, en el que murió en 1973; una auténtica bombonera de callejas peatonales repletas de galerías de arte y restaurantes de nivel donde Picasso se ve que no se llevaba bien con el alcalde y a diferencia de cómo hiciera en Arles o Antibes, no le cedió obra al pueblo. Sin embargo, la Oficina de Turismo de Mougins organiza recorridos guiados tras los pasos de Picasso y en este año en su honor, se ha volcado con exposiciones como la que podrá verse hasta finales de agosto en su Museo de Arte Clásico “Picasso visto por los otros”.
En la web celebracionpicasso.es pueden consultar las fechas de muchas de estas exposiciones, principalmente por España y Francia, pero también desde Budapest hasta Nueva York. Sí da tiempo, hay que visitar todas las que se pueda e indagar a fondo sobre la importancia de Picasso en el mundo del arte. Es que últimamente oigo muchas tonterías sobre él al regresar del viaje y hablar con gente de lo más dispar, más de una vez y más de dos me han venido a decir “sí, pero era un cerdo con las mujeres” y sinceramente, me parece mezclar churras con merinas. A Picasso nadie pretende que se le admire como a un santo. Si miramos con los ojos de hoy a los hombres de siglos pasados, ¿A cuántos, artistas o no, salvamos de la quema?”.
Es probablemente el mejor artista del siglo XX
La vida de Picasso ciertamente fue muy intensa y muy radical. Sabemos mucho de tantas mujeres como tuvo y de lo locas de amor que se quedaron cuando las abandonó, aunque ya menos por ejemplo de François Gillot, que no quiso estar con un mujeriego y a diferencia de las demás, le abandonó y siguió con su vida. Pero, en cualquier caso, eso no me parece importante para valorarlo como una figura esencial del mundo del arte.