Buenas noches a don Ángel Gabilondo. Vaya por delante la expresión de mi respeto y afecto. Yo es que siempre he sido muy de los Gabilondo. De Ramón, con quien he compartido horas radiofónicas duras. De Iñaki, de quien intento aprender algo cada día. Y de usted, profesor, a quien no solo he seguido, sino que lo he leído.
Usted es vasco, don Ángel, yo soy gallego. Nos une la lluvia y, sobre todo, la forma de la lluvia. Cuando llueve, como a mí, se le moja el corazón. Usted lo ha dicho así: "nunca veo llover a través de los cristales. Tengo que abrir la ventana. Si no lo oigo, no ocurre". Y un poco antes de hacer esa confesión, usted escribió que "el auténtico llover, el de verdad, el que es como ninguno, es el del país natal, es como retornar a los sonidos maternales". Hay en usted, señor Gabilondo, un fondo de nostalgia, un mucho de poesía, mezcla de la que en mi tierra sale la morriña.
Un día le llamaron a la política, porque la política requería sosiego y almas de sabio, y creo que no publicó más libros después de "Contigo, este en el que bebo, y después de "Palabras a mano" y después de "Sin fin", perdóneme si ese no es el orden. Y ahora vuelve a la arena del circo con un rótulo en la frente: "Soso, serio y formal" y que a usted le apetece traducir como sosegado, riguroso y hombre de fiar.
No encaja usted mucho, profesor, en este campo de Marte en que ya empezaron a brillar los cuchillos y a estallar como látigos las palabras. No le veo en el mitin llamando asesina a la derecha, pero hoy se soltó y le dijo a Pablo Iglesias que, si gana, con él no pacta; que no pacta con este Iglesias. Yo le creo, cómo no le voy a creer: nadie ha conseguido mezclar el agua y el aceite; no pueden estar en el mismo quien solo sabe predicar concordia y quien anuncia, supongo que desea, la prisión para Isabel Díaz Ayuso.
¿Le ha llamado ya el señor Ábalos para sugerirle que Pablo está en el Consejo de Ministros? Supongo que su talla intelectual le sitúa por encima de esas turbulencias. Y yo me quiero situar también. En el fondo solo quiero resaltar que hay dos formas de hacer política: la agresiva y la cordial. Lo que ignoro, don Ángel, es si están los tiempos para premiar la cordialidad.