Durante muchas semanas habéis recibido cada tarde el aplauso y el cariño de la sociedad española. Y habéis ganado para siempre su respeto y su gratitud. El reconocimiento de hoy es el compendio de esos aplausos. Si en vez del fallo de un jurado hubiera sido un referéndum, el resultado habría sido el mismo. Y seguramente con las mismas palabras que figuran en el acta: ejemplaridad ciudadana, exposición a una larga y agresiva carga viral, vuestra entrega incondicional, sin contar en ocasiones con el equipamiento y los medios materiales adecuados.
Yo hablé con muchos de vosotros. Hablé con profesionales que temían que este país se quedase sin médicos, cuando caían como pajarillos. Hablé con enfermeras que me comentaban que su mascarilla tenía que durar una semana, mientras se repartían gratis en el Metro. Me habéis enviado fotos de batas hechas con plástico de bolsas de basura. Y no habéis fallado ni decaído nunca. Entrabais en el hospital con la conciencia de que os podíais infectar, pero no dudasteis.
Visteis salir de las UCI a decenas, cientos de personas que habíais cuidado y aplaudíais a los curados y llorabais a los difuntos y esperabais a la próxima ambulancia y no os cansabais nunca y aún teníais cuerpo para una sonrisa. ¡Qué bien concedido está el premio a la Concordia!
Entráis en una gloriosa lista en la que están Aldolfo Suárez y Stephen Wawking, Unicef y los Bancos de Alimentos, Vicente Ferrer o Gesto por la Paz, por citar algunos nombres y organizaciones ejemplares, que hicieron mucho por la Humanidad. Nombres y organizaciones como vosotros, que habéis demostrado otra vez que sois lo mejor que tiene este país y este país lo sabe reconocer.
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