LAS CLAVES DE LA BRÚJULA

Alberto Aparici: El nuevo antibiótico es tan específico que ya distingue entre buenos y malos

En La Brújula hablamos sobre los antibióticos con el doctor en física y divulgador científico, Alberto Aparici.

ondacero.es

Madrid |

Hoy Alberto Aparici nos habla de un nuevo antibiótico que no afecta a la microbiota. Un asunto que preocupa y mucho a los científicos es que están apareciendo cepas de bacterias resistentes a los antibióticos de uso más común. Así que está en marcha una “carrera” para encontrar antibióticos nuevos, a los que las bacterias no estén acostumbradas.

El nuevo descubrimiento se publicó hace dos días en Nature. Este antibiótico, la lolamicina, aún no ha sido probado en humanos. Lo que presenta este artículo son pruebas exitosas en ratones.

Los antibióticos son sustancias que matan a las bacterias, esto es importante recordarlo. La pregunta es cómo las matas. Grupos diferentes de antibióticos atacan a partes diferentes de la célula bacteriana, y según de qué bacteria estemos hablando van a ser más eficaces unos u otros.

Por ejemplo, hay muchos antibióticos que atacan a la pared de las células. A todos nos suena que las células están rodeadas de una membrana, una especie de barrera que impide que lo que hay dentro de la célula se escape.

Las bacterias tienen su citoplasma, su membrana y también tienen una parte más: la pared celular. Es como un muro grueso fuera de la membrana que protege a la célula de ataques exteriores. Literalmente como si la bacteria fuese una fortaleza. Pues muchos antibióticos, entre ellos la penicilina, atacan a ese muro exterior. Lo erosionan, lo degradan, y si la pared celular se rompe la bacteria se muere.

Pero las bacterias no son nada tontas. Un grupo grande de bacterias se ha “dado cuenta” de que esa pared necesita protección extra y la han rodeado de una segunda membrana. Tienen un segundo muro que protege al primer muro. Estas bacterias, que se llaman didermas, son las más difíciles de matar. Y este nuevo antibiótico, la lolamicina, es específico para este tipo de bacterias.

Los autores han sido muy inteligentes. Una célula es como una ciudad: tú quieres protegerla, pero no quieres aislarla del exterior. Puedes construir dos muros, pero vas a tener que encontrar una forma de transportar materiales entre el interior y el exterior. Las bacterias didermas, efectivamente, tienen sistemas de transporte, proteínas que llevan cosas entre un muro y el otro. La lolamicina ataca a ese sistema de transporte. El muro no lo toca, pero hace imposible la comunicación con el exterior, y la bacteria… se hincha y, finalmente, se muere.

Si queréis podemos ver los antibióticos como armas de asedio. El objetivo es siempre asaltar la fortaleza, que es la bacteria, pero tienes varias maneras de hacerlo. La penicilina sólo sabe atacar al muro, así que sólo mata a las bacterias monodermas. Esta lolamicina es experta en impedir la comunicación entremuros, así que sólo afecta a las bacterias didermas.

Lo mejor sería tener un antibiótico que atacara a todas las bacterias y no sólo a algunas. Esto existe, se llaman antibióticos de amplio espectro. Los usamos cuando no sabemos muy bien qué bacteria es la que está haciendo estragos, y decimos “bueno, vamos a sacar las armas pesadas”. Pero lo ideal siempre es usar un antibiótico específico, que mate sólo a la bacteria que te está haciendo daño. Entre otras cosas, porque hay muchas bacterias en nuestro cuerpo que son buenas y queremos conservarlas.

Convivimos con decenas de especies de bacterias que nos ayudan. Por ejemplo, en el intestino tenemos a muchas bacterias que nos ayudan a digerir ciertas sustancias. Algunas incluso localizan a las bacterias “malas” y las atacan, antes incluso de que nuestro sistema inmunitario se haya dado cuenta de que estaban ahí!

Y lo malo de los antibióticos de amplio espectro es que ataca también a estos otros habitantes de nuestro cuerpo. Y si matamos a los buenos podemos tener problemas… ¿Alguna vez te ha pasado, que has tomado un antibiótico y ha sido útil para curarte de lo que te pasaba, pero de regalo te ha venido una gastroenteritis?

Pues eso se debe a que el antibiótico puede atacar a esta microbiota “buena”, y nos lleva a tener digestiones peores. Normalmente no va más allá de ahí y en unos días hemos vuelto a la normalidad. Pero a veces alguna bacteria oportunista puede darse cuenta de que en nuestro intestino hay un “vacío demográfico” y podemos ponernos enfermos de nuevo. ¡Por culpa de haber matado a las bacterias buenas!

Ésta es la razón de que los médicos siempre digan que no podemos tomar antibióticos por nuestra cuenta. Siempre tiene que haber un profesional controlando a quién estamos atacando en nuestro cuerpo. No queremos que eso lo haga un aficionado.

Y ésta es otra cosa interesante de la lolamicina: que mata a varias bacterias didermas de las patógenas pero deja tranquilas a las demás. ¡Es tan tan específico que ya distingue entre buenos y malos!

Lo que se ha publicado esta semana es un primer paso. La demostración de que el antibiótico funciona en un organismo vivo, complejo, similar a nosotros, como son los ratones. Y que apenas afecta a la microbiota de los ratones, que no es tan diferente de la nuestra. Es un buen primer paso pero ahora tendrá que pasar por las pruebas clínicas, con su fase I, fase II y fase III.

Así que aún quedan unos años, pero es buena noticia que estemos encontrando antibióticos completamente nuevos y que, además, son “inteligentes”, porque distingue las bacterias buenas de las malas. Una sustancia a la que habremos de seguir la pista.