"Cuando sé que va a comenzar un combate me pongo muy nervioso. Puedo oír desde casa los aplausos. En mi cabeza y corazón no siento miedo. Miro a mi oponente a los ojos".
Se llama Tshumelo, le llaman 'Killer' y es un luchador musangwe. Tiene 14 años y vive con su madre en Tshifudi. Dice que es el hombre de la casa cuando su padre no está y que es lo que más le gusta en la vida porque la afición le llega desde el corazón.
Los competidores demuestran su fuerza física en un ring improvisado por los círculos que forman los asistentes. No hay peleas programadas, ni guantes, ni casco protector y cada choque comienza de la misma manera: un luchador se ubica en el centro del círculo y pide un retador.
“Cuando competimos no lo hacemos para dañarnos. Somos hermanos, probándonos a nosotros mismos” cuenta Poison, presidente del club que prepara a Tshumelo para la lucha como si fuera su hijo. En su cultura, los hombres salen de casa en busca de trabajo y muchas veces los pequeños se quedan al frente por lo que les inculcan la importancia de ser fuertes
"Estoy a medio camino entre un joven y un hombre. Cuando llegue a ser adulto, seré fuerte. Nadie se interpondrá en mi camino", asegura en declaraciones al New York Times.
Cuando crezca quiere ser ingeniero. Tener una familia y construir una casa de dos pisos. Tshumelo sabe que aún le queda mucho camino por recorrer.