Cuenta Stephen a la BBC que pasaban los días, "cinco, seis, una semana…y nadie decía haberlas visto. Se habían desvanecido”.
Crecían las campañas internacionales que pedían su regreso y Stephen sentía impotencia al quedarse de brazos cruzados. Así que sacó un billete de avión rumbo a Nigeria y resucitó su espíritu negociador como cuando se trasladó junto a su mujer a vivir a Nigeria para mejorar las relaciones con las comunidades locales antes de ser contratado por el gobierno como asesor independiente.
Por eso no dudó hace dos años en volver al país que conocía bien para intentar salvar a las chicas secuestradas en Chibok. Habló con el presidente de Nigeria, quién le dio su visto bueno y contactó con los secuestradores, sabiendo que algunas de las niñas estaban enfermas.
"Les dije: vamos a hacer un trato, yo me llevo a las niñas enfermas y ustedes lo anuncian como un gesto de buena voluntad para abrir un diálogo con el gobierno”. Stephen consiguió que Boko Haram se comprometiera a llevar a 60 de ellas a un lugar concreto pero otro grupo rebelde frustró sus planes y se las devolvió a los terroristas. Davis dejó el país sintiendo que no había sido útil y replanteándose la estrategia. Dice que se han conseguido avances pero que su punto de vista occidental choca frontalmente con el de África.