"Me daba intranquilidad saber que había una niña pequeña abandonada en el hospital. Y que no tenía piernas, que necesitaba una familia la quisiera y la cuidara" Dice Sharon.
Además de unos grandes ojos marrones y una sonrisa radiante, Jennifer tenía mucha energía, lo que le permitió caminar muy pronto utilizando el tronco y los brazos. Creció sin miedo a trepar a los árboles, y a saltar en una cama elástica gigante junto a sus tres hermanos mayores.
Cuenta Jennifer que las palabras "no puedo" nunca han formado parte de su vocabulario, y que la clave está en no ponerse límites. En el colegio jugó al baloncesto y al béisbol, pero su objetivo siempre fue el mismo: ser gimnasta para seguir los pasos de Dominique Moceanu, integrante del equipo olímpico de Rumanía en esa categoría. A los 7 años comenzó a entrenar y con 11 ganó el campeonato de acrobacias en Illinois. A los 16 quiso saber más sobre su origen.Y entonces descubrió cuál era su apellido biológico.
"En ese momento supe lo que eso significaba: que Dominique Moceanu era mi hermana", dice Jennifer, quién después escribió una carta a Dominique, con todos los documentos sobre la adopción, ((contándole que durante toda su vida había sido su ídolo y ahora había descubierto que era su hermana)) Dominique le respondió con una llamada y una cita en Ohio.
"Si no nos hubiera pasado a nosotras no lo creeríamos. Es algo que te lleva toda una vida asumir, es increíble" cuanta las dos, que ahora intentan verse a menudo para compensar el tiempo perdido. Jennifer ha conocido a su madre biológica, Camelia, hoy es acróbata aérea y viaja por el mundo dando conferencias.