La segunda jornada del juicio por la desobediencia —presunta— del 9-N no va a tener ni la audiencia ni el eco del episodio piloto. Porque carece de precalentamiento callejero y porque quienes hoy prestan declaración ya no son los heroicos gobernantes que volverían a repetir lo que hicieron sino una serie de funcionarios y cargos intermedios que no se espera que hagan discursos encendidos sino algo mucho más prosaico: explicar qué instrucciones se dieron, si es que se dieron, desde la consejería de Educación —gobierno autonómico— para que los directores de los colegios abrieran el 9 de noviembre y facilitaran la colocación de las urnas.
¿De qué se trata a partir de ahora el juicio? Pues de ver si está probado que los procesados, responsables políticos en aquel gobierno, tomaron decisiones o incurrieron en actos que demuestren la existencia de un delito de desobediecia al Tribunal Constitucional. Las acusaciones citan a sus testigos para intentar probar que hubo presión (y órdenes) a los directores de los colegios; las defensas citan a los suyos para intentar refutarlo. Las acusaciones intentarán probar que, a pesar de la suspensión, el gobierno catalán se ocupó de la logística y las defensas, que no hubo decisión alguna en ese sentido, simplemente no se podía detener ya el proceso.
Los testimonios en uno y otro sentido los recogió ya en el sumario el juez de instrucción y, por tanto, cabe poca sorpresa al respecto. Ayer mismo le preguntó el tribunal a Artur Mas si él era el responsable de que se abrieran los institutos.
El ex president se ciñó al guión que había anticipado en este programa hace una semana: soy el responsable político de la cosa —que nadie me arrebate ese mérito— pero no soy responsable penal porque no incurrí estrictamente en desobediencia.
Dices: pero si hubo urnas y el TC las había suspendido, ¿cómo puede decir que no desobedeció?
Ah, porque ésta es la piedra angular de la estrategia de la defensa. Negar que los procesados supieran que la suspensión afectaba también a la consulta bis, el sucedáneo falso sin decreto de convocatoria y con los voluntarios tirando millas.
¿Pretendió usted desobecer?, le preguntó su abogado a la señora Rigau.
Nunca, para nada para nada. ¿Creían estar desobeciendo?, le preguntó el suyo a la señora Ortega.
Que no que no, que es no tenían claro en qué afectada la providencia del Constitucional a la consulta encartonada.
Esta la cosa. La esencia de lo que está en discusión judicial y sobre lo que habrá de pronunciarse el tribunal. ¿Desobeceder nosotros? En absoluto, señoría. Por eso Artur Mas colocó allí la misma pregunta que se hizo en este programa la semana pasada: si era delito seguir adelante con la consulta bis, ¿cómo nadie hizo nada para pararla?
Las preguntas, en el juicio, las hacen las partes o el tribunal. El procesado lo que tiene que hacer es responderlas.
La épica se terminó en cuanto los tres procesados cruzaron el umbral de la sala de justicia y se sentaron en sus asientos. La épica se quedó en la puerta. Dentro intentaron convencer al tribunal, como cualquier procesado, de su inocencia. O mejor, de que la presunción de inocencia que les ampara no ha sido desmentida por quien acusa.
Aún quedan cuatro días para que la militancia de Podemos se junte en el emblemático foro de Vistalegre y ahora mismo la duda es cuántas bajas se van a producir antes de que empiece la gran velada. El combate del siglo en versión asamblea popular. A un lado Pablo-coleta morada-Iglesias, poco peso pero mucha labia. Al otro, Iñigo-el niño-Errejón, delgaducho pero espigado. Ambos con sus protectores dentales, la toalla para limpiarse el sudor y su equipo de entrenadores para repartir agua. Irene Montero, que se a guarda a Luis Alegre. Rita Maestre, que se la guarda a Echenique y Monedero.
Viendo el grado de animadversión, de beligerancia, de enemistad, viendo el desagrado patete con el que los unos hablan de los otros, va a ser imposible que el partido revelación de las elecciones de hace un año no salga desangrado y partido en dos, gane quien gane el pugilato.
Ni propuestas, ni alianzas, ni papel en las instituciones, ni nada. Aquí de lo que se trata es de cuánto liderazgo carismático le queda todavía a Pablo Iglesias. Como diría Monedero, no hay partido en el que el secretario general sea menos respetado —quitando el PSOE, claro—, joder tío.
Cuánto queda del Pablo que lo era todo para la militancia de Podemos. El rostro en las papeletas. El gurú de la táctica y la extrategia que jamás se equivocaba. Ahora aparece Montiel, el lider del Podemos de Valencia, para criticar que el secretario general quiera mantener la potestad de puentear a la ejecutiva consultando lo que le parezca a la militancia.
Luego dijo Montiel en Twitter que nada más lejos de su ánimo que comparar a su secretario general con Hitler. Claro que lo dijo después de que Monedero difundiera a los cuatro vientos este pasaje para restregárselo en la cara a su peor enemigo, el joven Errejón, joder tío.
Cuatro días para el congreso. Cuatro todavía. En cuatro días les da tiempo a matarse todos. Van a tener que ir a Vistalegre con casco y peto de latón. Si en la puerta alguien da clases de defensa personal se forra.