En el siglo XVIII la alimentación a bordo en las largas travesías marítimas constituyó uno de los mayores desafíos a los que se enfrentaron los marinos de toda una época, que soportaron una dieta monótona basada en alimentos perecederos conservados de forma rudimentaria.
Vicente Ruiz nos cuenta que sin embargo, si observamos con detenimiento los víveres embarcados, además de los habituales salazones, descubrimos productos frescos y de temporada, animales vivos para consumir en la travesía y conservas de carne, pescado y verduras en aceite y escabeche.
El empleo de cítricos, cereales, hortalizas y legumbres, con el aceite de oliva como grasa principal; el consumo de pescado fresco capturado en la travesía, o el empleo del ajo, la cebolla o el pimentón, convirtieron al menos a los buques de la Armada española y a los mercantes de la Carrera de Indias en precedentes y paradigmas de la cocina sostenible y la dieta mediterránea.