En una máquina de escribir, hace ya mucho tiempo, se relató una de las mayores humillaciones que hubo en la historia de la medicina. En los archivos del olvido puede comprobarse cuánto se burlaron del doctor Semmelweis los médicos que ocupaban las cátedras más insignes de Europa.
Fue el doctor Semmelweis el primero en ver lo invisible. Alertó de que los procesos septicémicos que mataban a millones de parturientas eran por la mugre que los médicos llevaban en sus manos. Su caso demuestra cómo las ideas arraigadas nos esclavizan, nos cuesta discernir cuándo tenemos delante una verdadera novedad.
Así se escucha el sonido dentro de tu cuerpo
El Hospital de la Universidad de Colorado creó una sinfonía de sonido basada en lo más recóndito del ser humano. Fue necesario el transcurrir de 200.000 años para poder escuchar la naturaleza del sonido más íntimo. Se convirtieron datos de secuencias de ADN o registros de la actividad eléctrica del corazón…se convirtieron en movimientos sonoros.
Es el sonido de lo que somos por dentro. La interioridad humana, para la medicina siempre fue un reto.
Rehn decidió arriesgar su prestigio para salvar la vida del hombre
Lo que vamos a relatar sucedió en la última madrugada de agosto del año 1896. Acababan de sonar las campanas de la medianoche cerca del hospital de Frankfurt. El doctor Rehn examinaba la herida de un hombre apuñado. La herida estaba en el cuarto espacio intercostal. Tenía centímetro y medio de longitud. Rehn cogió una sonda y la deslizó lentamente por el interior para precisar la dirección interna de la punción.
La sonda seguía la trayectoria que había abierto el cuchillo. Rehn sabía que el cirujano que tratase de suturar una herida en el corazón podía estar seguro de perder para siempre la consideración de sus colegas. La medicina entendía que las heridas en el corazón siempre eran morales. Pero, Rehn decidió arriesgar su prestigio para salvar la vida del hombre que tenía delante.
Ante sí, el corazón vivo de un ser humano
Rehn comienza con una incisión de 14 centímetros para llegar al corazón. Hace un corte en la pleura y la abre. La sangre estancada brota, se derrama sobre la piel del tórax. Rehn puede ver perfectamente el pericardio. Aprecia cómo el corazón late con irregularidad, está encharcado en sangre y coágulos. Tiene ante sí el corazón vivo de un ser humano. Aprecia una herida en el centro de la pared del ventrículo derecho. Se da cuenta de que es ahí donde está el origen de la hemorragia.
En ese momento, histórico, Rehn prueba a poner un dedo en la herida, toca el corazón con su mano y la hemorragia se detiene. Inmediatamente, Rehn empieza a utilizar hilo y seda. Y meticulosamente va suturando un corazón latente. La hemorragia cesa y el corazón sigue moviéndose. El pulso del paciente se va a haciendo más firme. Con suero irriga el pericardio y la cavidad torácica, quitando los coágulos.
Dos horas más tarde, el apuñalado reposa tranquilo en la cama, sus latidos son limpios y regulares. La determinación de aquel médico había propiciado un instante histórico para la humanidad. Rehn había logrado una hazaña.
Con sus manos, había tocado un corazón vivo y lo había suturado. Rehn había cruzado una línea prohibida en la indagación de lo más profundo del ser humano.