Felicidades a todos por este invento de la radio que hoy celebra su fiesta, no porque San Benigno, que es el santo del día, y que el hombre era bueno, de manera fanática, como todos los santos, tuviese algo que ver en la fiesta, pero en esta mañana de San Marconi, al que acabo de santificar, sí quisiera recordar a santos de la radio que yo conocí, como San Vicente Marco, que no le quemaron en ninguna hoguera, pero que inventó el Carrusel de los domingos y quemó su vida entera en la radio, o San Joaquín Prat, el mejor improvisador que yo conociera y que decía que la mejor improvisación es la que se prepara, o San Guillermo Sautier Casaseca, que nos enseñó a leer novelas en la radio, o San Jorge Ruano, que con dos alambres y una gotita estaño era capaz de hacer funcionar un satélite, no le martirizaron los romanos, pero soportó 10 años a José María García y 20 a mí, que no sé si seríamos con él peor que los romanos con los cristianos.
Este día de la radio me trae los recuerdos de mis mejores sueños e ilusiones, aquel transistor Sharp con forro de cuero negro que me regalaron los reyes unas navidades y que fue mi mejor compañero en los 7 años de internado, mi ventana al mundo, mi evasión de aquellas paredes húmedas y grises, mi mejor música, las clases de fútbol de don Pedro Escartín, las lágrimas de mi madre sobre los calcetines que zurcía mientras escuchaba Lucecita, las novelas de la tarde.
Aquel armatoste de madera con una regleta de cristal que se iluminaba al encenderlo y donde mi padre, con el volumen bajito, buscaba por las noches en onda corta Radio Moscú a ver qué decían allí que estaba pasando aquí.