Por San Juan llega el destape facial. Del ‘póntela, pónsela’ (la mascarilla) pasamos al ‘quítatela’ ¡si quieres! y sólo en espacios abiertos donde no haya mucha gente en poco espacio, todos ahí apretaos. Ojo, que hoy todavía nos pueden llamar la atención si vamos a cara descubierta por la calle, o por el parque, o por el monte, aunque estemos más solos que la una. La obligación sigue vigente hasta el sábado, pero el viernes pasado ya hizo de portador de la buena nueva el presidente omnipresente Sánchez sin encomendarse ni a los gobiernos autonómicos, ni a la ministra Darias ni al portavoz epidemiológico caído en desgracia, experto entre los expertos, Fernando Simón.
Hoy el Consejo de Ministroscambiará las reglas de la mascarilla. Dónde sí, dónde no. Seguirá siendo obligatoria en los espacios cerrados de uso público, o los transportes públicos, como ayer dijo la ministra, trenes, autobuses, metro, aviones. Y dejará de ser obligatoria para caminar por la calle o tomar el sol en la piscina (salvo que esté tan saturada de gente la piscina que es mejor no ir).
"Casi parece que Fernando Simón prefiere que nos sigan obligando a llevar mascarilla"
Simón se anticipó el lunes al desasosiego que este cambio de normas puede generar en ciudadanos tan apegados a su mascarilla y tan encariñados con ella que se sientan ahora desamparados y por dos veces explicó que nadie estará obligado a destaparse la cara si no quiere. Ésta fue la primera: "El que que te la puedas quitar, no significa que te la tengas que quitar obligatoriamente". La gente lo tiene que entender. No pasa nada por ponerse la mascarilla. Cuando empezó la epidemia, ¿se acuerdan?, también nos decían que no pasaba nada por ponérsela. Bueno, que no servía para nada. Lo que hemos aprendido todos en estos dieciséis meses.
Pero insiste Simón: que ahora vayamos a tener derecho a no llevarla, no tenemos por qué ejercerlo. Casi parece que prefiera que nos sigan obligando a llevarla. A lo que sí seguiremos obligados es a llevar una mascarilla encima por si acaso. En el bolso, en el bolsillo, en la mochila, en el brazo. Hoy desvelará el Gobierno ---qué nervios--- si nos pueden sancionar por no llevarla. Como los triángulos de emergencia en los coches. Y el chaleco.
"Rufián sugiriendo que Sánchez ha acabado transigiendo con los indultos no por convicción sino por necesidad"
La nueva etapa de diálogo leal y constructivo entre el gobierno de PSOE-Podemos y el gobierno autonómico de Junts y Esquerra Republicana avanza con imparable ritmo magnánimo. Sólo hubo que escuchar ayer a Sánchez y Rufián en el Congreso para ver lo fructífera y esperanzadora que se presenta la negociación.
No estuvo nada magnánimo el portavoz parlamentario de Esquerra, sugiriendo que Sánchez ha acabado transigiendo con los indultos no por convicción sino por necesidad. O sea, dándole la razón Rufián a la derecha. No estuvieron magnánimos los reclusos a los que Sánchez ha perdonado la pena. Ni media palabra de atención a quien les ha indultado. Ni media sugerencia de que vayan a aceptar que el marco legítimo para negociar sus demandas es la Constitución. Ni medio atisbo de que estén por renunciar a alguna de sus demandas en aras de la concordia y el reencuentro.
Ni media sugerencia de que vayan a aceptar el marco legítimo de la Constitución, ni medio atisbo de renunciar a sus demandas en aras de la concordia y el reencuentro
Como era de esperar, los indultados interpretan el perdón como la admisión, por el Estado, de que hubo juicio político, represión y penas de cárcel injustificadas. Y también, como la prueba de que tener detrás a la mitad de la sociedad catalana les da fuerza suficiente como para que el Gobierno central vaya aceptando, paso a paso, todo su pétreo argumentario. Tras las últimas elecciones catalanas, los independentistas consiguieron el 52% de los votos, cosa que no había sucedido hasta ahora, y gobernando Sánchez.
El Gobierno se acoge a esto de: "Con Rajoy creció muchísimo el independentismo". Con Sánchez, ha superado por primera vez el 50% del voto en unas elecciones autonómicas.
En la Moncloa, como también era de esperar, le quitan hierro a las proclamas de ayer: las de los reclusos liberados, las del presidente de la Generalitat, las de la presidenta del Parlament, las de los grupos parlamentarios de Junts, de la CUP y de Esquerra. ‘Es la sobreactuación que de ellos se espera en público’, dicen, ‘contentar a su parroquia y todo eso’. Muy convencido se declara el Gobierno de que la posición real de Junqueras y Aragonés es la que trasladan en privado, las conversaciones sin focos en las que garantizan que no le montarán a Sánchez otro referéndum, para que el presidente de ahora pueda seguir deslizando que la culpa de que hubiera uno en 2017 fue de Rajoy por no montar una mesa y ponerle un nombre pintón a su oferta: agenda del reencuentro, en lugar de revisión del sistema de financiación autonómica.
"El Gobierno echa el freno a la reforma del código penal para aligerar las penas por sedición"
El Gobierno ha echado el freno ---cuentan hoy varios diarios--- a la reforma del código penal para aligerar las penas por sedición. Tanto predicar que el delito se ha quedado antiguo y que Europa nos urge a actualizarlo ha tenido la consecuencia lógica: que los socios independentistas (y Podemos) sostengan que en lugar de actualizarlo hay que eliminarlo del Código. En aras de la concordia y la convivencia. Y en aras de que a Puigdemont no se le pueda juzgar por un delito que ya no existe.
Poco interés tiene, en realidad, el gobierno y menos interés aún tiene Junqueras en ver a Puigdemont en Barcelona limpio de causas judiciales. Lo que hoy mantiene a Puigdemont fuera es el procedimiento judicial pendiente. En esto no parece que Esquerra le haga ascos a la famosa judicialización del conflicto.