OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El silencio de los del coro"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre el silencio de los ministros y ministras socialistas evitando hablar de amnistía e investidura hasta que Pedro Sánchez les diga lo que tengan que opinar al respecto.

Carlos Alsina

Madrid | 08.09.2023 08:36

¡La virgen! Es el día de la virgen. La natividad. Es la virgen de Covadonga, Día de Asturias. Y es el día en que Extremadura celebra a la virgen de Guadalupe, Día de Extremadura, el primero que preside María Guardiola, virgencita virgencita que me quede como estoy, gobernando con Vox después de haberme tragado todo lo que dije.

Hoy, además, quien lo vea oportuno puede encomendarse a Nuestra Señora del Socorro -que es en lo que están Felipe y Alfonso Guerra, ¡socorro!-. Quien lo desee puede ponerse bajo la advocación de Nuestra Señora de la Victoria -ahí está Puigdemont, rezando para cantar ¡victoria!-. Y quien lo prefiera puede celebrar a Nuestra Señora del Coro, que además de patrona de San Sebastián es la matrona de los políticos que, en lugar de decir abiertamente lo que piensan, esperan a que el jefe les diga que es lo que tienen que decir diluidos, mansamente, en el coro.

Los ministros socialistas aún no saben lo que tienen que opinar

Ahí están todos los ministros socialistas, y sus dirigentes regionales, a la espera de que Sánchez ponga el huevo y sepan si esta vez les toca predicar a favor de la amnistía que antes repudiaban o pedir la beatificación de Puigdemont, al que antes retrataban como prófugo, enemigo de la convivencia y títere de Vladimir Putin.

Nuestra Señora del Coro, matrona de los políticos que, en lugar de decir lo que piensan, esperan a que el jefe les diga que es lo que tienen que decir

¿Saben aquel que diu que va la vicepresidenta Ribera a Bruselas y le pregunta un periodista: ¿a usted le parece justa una amnistía? Que yo no estoy para responder lo que se os ocurra preguntarme. Preguntadme lo que yo quiero, hombre. Digna heredera de su colega la vicepresidenta Calviño. ¿Saben aquel que diu…?

Y así, todo. Pues eso, que es que aún no sabemos lo que tenemos que opinar. Ya cuando nos lo digan, lo repetimos como si de verdad lo pensáramos. Eso sí, que mucho diálogo, mucha transparencia y mucha convivencia.

Dos palabras que no quieren pronunciar: amnistía e investidura

Hay dos palabras que no quieren pronunciar. Una es amnistía. La a con la m, am. La ni con la i y con la ese, nis. Am-nis-tía, eso es. La otra es investidura. No vaya a parecer que la única razón por la que los ministros enmudecen cuando se les pregunta sobre la amnistía es que no quieren entorpecer el feliz camino que conduce a la investidura. Es decir, que estarían echando pestes de Puigdemont y la amnistía si no fuera porque Sánchez se quedó corto de votos en julio.

Por eso hay que agradecer al hermano pequeño del PSOE, que es Sumar, que a diferencia de los socialistas modernos (los antiguos ya estamos viendo que hablan más claro) le esté llamando a las cosas por su nombre.

Hay que agradecer a Sumar que esté llamando las cosas por su nombre

Primer ejemplo: ministro Subirats, cuota Colau en el gobierno de Sánchez. Ilústrenos, ministro. Por qué hay que plantearse ahora dejar impune al de Waterloo.

Éste, por lo menos, no se pone estupendo con la resolución del conflicto, el reencuentro y todo eso. Todo aquello que nos permita mantenernos en el gobierno. De eso se trata. No todo aquello deseable, o todo aquello que convenga al país. Todo aquello que nos sirva. Para mantenernos.

A la portavoz de Sumar, Marta Lois, también hay que agradecerle que llame a las cosas por su nombre.

Con Puigdemont, sí. Con Irene Montero y Feijóo, no

La a con la m, am. La n con la i y con la es, nis. Am-nis-tía. Y a Yolanda Díaz hay que agradecerle, en fin, que ayer se fundiera en un hermosísimo abrazo con el escudero de Puigdemont, Toni Comín, cuando éste se acercó a escucharla a una comisión del Parlamento Europeo. Salta a la vista laconfianza, el afecto, la sintonía entre la vicepresidenta y el fugado.

Salta a la vista la confianza, el afecto, la sintonía entre la vicepresidenta y el fugado. Justo la contraria de la que tiene con Irene Montero

Digamos que su relación con los procesados por corrupción es justo la contraria de la que tiene con Irene Montero, por ejemplo. O con Feijóo, que ya hemos contado que no podrá reunirse con Yolanda porque ella no se deja. Si a eso le suman que las marcas de Sumar en Navarra han anunciado que no piensan verse con el rey para no legitimar la monarquía -qué golpe tan letal a la institución, ¿verdad?-, pues nos sale un retrato revelador de dónde está cada uno. ¿Con quién nos gusta reunirnos? ¡Con Irene Montero! No, no, con Puigdemont.

Silencio sobre la amnistía en la inauguración del año judicial

El presidente del Tribunal Supremo, en su discurso del año judicial (que viene a ser como el del rey en Nochebuena pero en versión judicatura), eligió la senda continuista y no arriesgó. De la amnistía que viene, último paso para neutralizar la sentencia del procés y archivar todo el trabajo de Llarena y de los fiscales, no quiso decir nada. Siquiera insinuarlo. Lo más cerca que se quedó fue en una apelación (un poco de trámite) a la separación de poderes.

Más explícito estuvo a la hora de denunciar la devaluación progresiva de las instituciones. Por ejemplo, de la que él preside. Contra la polarización y contra los efectos tóxicos del enfrentamiento, y las trincheras, entre partidos. En concreto, entre los dos grandes partidos.

La bronca a los grupos parlamentarios por haber dejado que se pudra el Consejo General del Poder Judicial

En el día de la marmota, el juez Marín Castán ejerció de fiel heredero de su antecesor al repetir, por quinto año, el llamamiento (o la bronca) a los grupos parlamentarios por haber dejado que se pudra el Consejo General del Poder Judicial. Bueno, lo de que se pudra lo digo yo. Castán dijo que sigue sin renovar. Y que fruto de aquella reforma legal tan ingeniosa que promovió el gobierno, y que consiste en maniatar a los vocales para que no puedan hacer nombramientos, lo que se ha conseguido es que el Tribunal Supremo parezca un solar.

Un Tribunal Supremo con "respiración asistida"

Hace un año Lesmes lo llamó estropicio. El gobierno, y sus socios, tiraron de ingeniería legislativa en el afán de obligar al PP a renovar de una vez el Consejo. En la mente del presidente parecía una buena idea: impedimos a los vocales que hagan nombramientos y así, o el PP renueva o ellos mismos dimiten. No consiguió ni lo uno ni lo otro. Pero sí consiguió que en el Supremo esté, ¿cómo dijo ayer su presidente?, con respiración asistida.

A menudo, la ingeniería legislativa tiene efectos, ¿cómo era?, no deseados. Efectos no deseados. Ahora estamos con la ingeniería para la amnistía.