El tres de octubre de seis años después.
En estos treinta segundos, de un discurso que no llegó a seis minutos, resumió el rey lo que había ocurrido en Cataluña (es decir, en España) las semanas anteriores. El resumen fue exacto e inobjetable: quienes gobernaban la Generalitat y el Parlamento catalán habían incumplido reiteradamente la ley -reiteradamente, hubo decenas de advertencias: de los letrados del Parlament, de la fiscalía, del Tribunal Constitucional- y habían intentado tumbar la soberanía nacional, es decir, el derecho a decidir de todos los ciudadanos.
El soberano es el pueblo
Frente a la farfolla independentista que había dominado el debate público los meses anteriores -que si la autodeterminación como derecho reconocido por la ONU, que si las urnas siempre son democráticas, que si el derecho a decidir del pueblo catalán soberano- la concisión precisa del rey: abusaron del poder que tenían en las instituciones catalanas en la pretensión de hurtar a la sociedad española su derecho fundamental: decidir. Ésa es la condición que convierte al pueblo español en el único soberano. El soberano en España, desde 1978, no es el rey. El soberano es el pueblo. Todo él, sin posibilidad de trocearlo para que una minoría decida por el resto.
La única posibilidad que tiene de ser investido es incluir al líder de aquella revuelta de 2017 en la mal llamada mayoría progresista. Presidente por la gracia de Puigdemont
Seis años después de aquel discurso, constatada la flojera independentista a la hora de conmemorar el fracaso del primero de octubre y en puertas de que Sociedad Civil Catalana abra la calle a quienes quieran manifestarse el domingo en Barcelona contra la amnistía, el rey encomendará hoy a Pedro Sánchez que intente formar gobierno. Sabiendo el rey, sabiendo Sánchez y sabiendo todos nosotros que la única posibilidad que tiene de ser investido es incluir al líder de aquella revuelta de 2017 en la mal llamada mayoría progresista. Presidente por la gracia de Puigdemont. La historia de un país tiene estas paradojas. Sobre todo si el país lo gobierna alguien que cambia mucho de opinión.
Campaña de persuasión permanente a cargo del PSOE
El rey cumplirá con su cometido, que es proponer al Congreso a quien, una vez naufragado el ganador de las elecciones, tiene mayor número de escaños. Y le propondrá sin que Sánchez pueda asegurarle hoy al rey que su investidura, a diferencia de la anterior, va a prosperar.
De aquí al día que se vote no sólo asistiremos a una campaña de persuasión permanente a cargo del PSOE, sus socios políticos y sus medios afines -en cuanto Sánchez toque el silbato se lanzarán a proclamar las bondades de la amnistía, y de lo que haga falta, en un formidable cambio de opinión colectivo e inundando el debate de palabras hermosas: reconciliación, reencuentro, convivencia, paz, todo eso que el presidente presumía de haber conseguido ya cuando concurrió hace dos meses a las urnas-; no sólo asistiremos a una lluvia fina bastante gruesa, también veremos a los costaleros de Sánchez haciéndose los interesantes para que nadie olvide que tan necesarios son sus votos como los de Waterloo.
Sumar, protagonista del momento más embarazoso
Mención especial, en esta labor (enternecedora) de generar suspense para el Partido Nacionalista Vasco (¿en serio pretende Ortúzar que creamos que no va a investir a Sánchez) y, por encima de cualquier otro, para Sumar, protagonista del momento más embarazoso de las últimas veinticuatro horas. Este momento, a dos voces, en el que Urtasun y Yolanda Díaz pretenden convencer al personal de que su apoyo a la investidura de Pedro aún no está hecho.
Cuidado, Pedro, cuidado. Que a Yolanda tampoco la tienes segura. Pero vamos a ver… Que hicieron campaña como si fueran el PSOE II. Que llevan dos meses actuando como conseguidores de Sánchez. Que a Yolanda Díaz la hemos escuchado predicar mañana, tarde y noche que por supuesto habrá un gobierno con Sánchez de presidente y ella de ayudante. Que llegó a acusar al PP de estar intentando tumbar ya ese nuevo gobierno.
Cuidado, Pedro, que a Yolanda tampoco la tienes segura. Pero vamos a ver… Que hicieron campaña como si fueran el PSOE II
Mira que lo dijimos aquí: si no ha nacido, no se le puede tumbar. Ni es gobierno. Bueno, pues ahora vienen con que el acuerdo está muy verde. Verde que te quiero verde. Cuándo empezarán a tratarnos como adultos.
Dejen de reescribir la historia a su capricho
El discurso del rey ha envejecido bastante mejor que las proclamas de Junqueras y Puigdemont en aquel octubre de 2017. Y permanece vigente, a diferencia del discurso de tanto dirigente político que ha ido adaptando su posición a su conveniencia y a cómo sopla el viento.
Ahora que andan socialistas e independentistas pactando una ley de amnistía para la que habrán de exponer los motivos, apelemos a la memoria democrática (o la memoria a secas) para que los portavoces del PSOE -no sólo Óscar Puente- dejen de reescribir la historia a su capricho. Ahí están las fechas.
El estribillo gubernamental dice que la crisis política nunca debió judicializarse. Que Rajoy vino a tener la culpa porque no le dio al independentismo una salida política. Repasen las fechas. El rodillo independentista aprueba las leyes de desconexión a primeros de septiembre. El referéndum se realiza el primero de octubre. La proclamación de independencia es el 27 de octubre. La querella de la fiscalía se presenta el día 30. Repito: el referéndum es el primero de octubre. La querella el día 30.
Y aún presumen de defender la memoria democrática
Hubo un mes entre medias. Un mes entero en el que repetidamente se le dio al gobierno catalán una salida política. Tanto, que si Puigdemont hubiera convocado elecciones anticipadas, en lugar de proclamar la independencia, no le habría sucedido nada. Más vía política no cabe: ponga usted las urnas que sí son legales -las que sí le competen- y aquí, paz y después, gloria.
¿Quién despreció la política y eligió cometer varios delitos? Puigdemont
¿Quién despreció la política y eligió cometer varios delitos? Puigdemont. Empujado por Esquerra. Con Junqueras de perfil, Marta Rovira azuzando y Rufián exprimiendo el Twitter. Cuando el rey habló el tres de octubre aún no había vía penal ni nada que se le pareciera. Y eso que ya se habían cometido unos cuantos delitos.
Quien forzó la vía penal fue Puigdemont, persuadido por Esquerra. Hoy lo que está forzando no es que todo aquello se borre, es que se falsee la historia en el preámbulo de la ley que le procurará a él la amnistía. Y aún presumen de defender la memoria democrática.