Rubén Amón | @Ruben_Amon
Madrid | 02.11.2017 09:54
Por eso voy a referirme al Atlético de Madrid. Y al desasosiego de la grey rojiblanca que ha proporcionado la desgracia del Qarabag. Sin duda alguna el mejor equipo de la liga azerí. Y el nuevo escarnio del relato victimista. Que no sólo lloran los indepes. Los atléticos lloramos con efectos especiales.
Y voy a indultar a Simeone. Sin ironía. Con respeto. Y en adhesión al mago que nos ha ilusionado la vida en estos cinco años de asombro. Digo ilusionado y digo asombro como si los títulos fueran de ficción. Pero existen. Una liga en campo del Barça. Una copa en el campo el Madrd. Una Europa League. Y diría que una Champions en Lisboa y otra en Milán, pero me he prometido no llorar ni confundir la realidad con la fantasía.
Y no ha sido una fantasía el orgullo y la dignidad que nos ha devuelto Simeone. Nos ha recordado la autoestima. Y ha tenido el mérito de llevar un equipo muy lejos con unos recursos muy precarios. Por eso Simeone ha sido un gran entrenador de fútbol, pero mucho más un gurú, un ilusionista, un psicólogo, un psiquiatra, un encantador, un motivador.
Nos ha llevado a fronteras inimaginables. No siempre con el premio de la victoria, pero sí en una insólita rutina de la competitividad. El Atleti ha vuelto a ser grande. Recordadlo quienes ahora cuestionáis a nuestro sumo sacerdote. No es culpa suya habernos extirpado del Calderón.
Y el wandazo del Qarabag no ha sido sino la respuesta de Neptuno a la blasfemia de habernos ido.