A mi juicio, lo que está ocurriendo con los indultos es que se está preparando el terreno para concederlos y con menos coste político del que sospecha Miquel Iceta. Intuyo que están en marcha dos operaciones paralelas. Una, legislativa, que es la reforma del delito de sedición que permitirá en la práctica que, con la nueva figura, los ya juzgados puedan quedar en libertad. Otra, económica, que es la que publica hoy El País.
Los políticos presos están condenados también por malversación. Una malversación 4,1 millones de euros. La novedad es que se puso en marcha un formidable aparato institucional para dejar claro ante la opinión que ese dinero debidamente afianzado desde hace un año. ¿Por qué se tardó doce meses en decirlo? Porque se esperó al momento oportuno. Con ese requisito cubierto, la Abogacía del Estado ya no tiene inconveniente para apoyar la medida de gracia. Ahora falta saber qué artes se usarán para obtener informe favorable de la Fiscalía y del Supremo. No son vinculantes, en este país nada es vinculante, coño, pero quedaría feo indultar contra el criterio de esas instituciones.
Pese a todo, los pasos hacia el indulto son difíciles, pero claros. Hoy está más próximo que ayer. ¿Coste político? Si el independentismo sigue reclamando amnistía, puede ser alto. Si el indulto no satisface a los presos e irrita al resto de la sociedad, se habrá hecho un pan como unas tortas. Pero Moncloa está demostrando gran estrategia y habilidad superior.