A comienzos del siglo XVI es cuando se generalizó la costumbre de decorar un árbol de Navidad para celebrar estas fechas. Muchas leyendas apuntan a Lutero, el padre de la reforma protestante, como el creador de esta tradición.
Una historia cuenta que Lutero volvía un día a su casa pensando en los sermones, era una noche estrellada de invierno donde se veían las estrellas entre los abetos. Aquella imagen le fascinó y, al llegar a su casa, decidió poner un árbol dentro y adornarlo con velas.
Fiestas paganas para celebrar el solsticio de invierno
En muchos otros casos, se produce "la evolución de costumbres precristianas o que se deben a los orígenes de la Edad Media", explica Carlos Sanz, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense.
En la tradición cristiana se les atribuye a dos santos el origen del árbol de Navidad: Sant Columbine y San Bonifacio, que trataron de evangelizar las fiestas paganas del solsticio de invierno que se realizaban en torno a viejos abetos o robles.
El árbol de Navidad soviético
En Rusia, el árbol de Navidad se consideraba una costumbre alemana. De hecho, en la Primera Guerra Mundial se prohibió el árbol por tratarse de una tradición alemana. Con el establecimiento de la Unión Soviética, se inició una campaña de descristianización y en contra de la Iglesia ortodoxa.
A partir del año 1927 se creó un folleto 'Materiales para la propaganda antirreligiosa en los días navideños' que instruía sobre cómo había que acabar con el árbol y "apartar a los niños del árbol de Navidad porque se asociaba con el oscurantismo de los Popes de la Iglesia ortodoxa", cuenta Carlos sobre las manifestaciones de niños pidiendo patines en lugar de árboles de Navidad.
Finalmente, con Stalin, se cambió la tradicional imagen del árbol de Navidad. La estrella pasó a ser roja de cinco puntas y "se hacían bolas de Navidad con la cara de Lenin, Stalin o del Ejército Rojo". A partir de ahí, volvieron a celebrar, a su manera, las Navidades decorando con árboles.
¿Dónde conseguir un buen árbol de Navidad?
Una vez que las Navidades se terminan, los árboles naturales pueden tener una segunda vida. Con Alicia Heras desde la ‘Escuela de Montes de la Complutense’ hablamos con estudiantes de Ingeniería Forestal que se dedican a vender abetos hasta el 22 de diciembre.
Celia de la Fuente Redondo, estudiante y vendedora de abetos, explica que el precio de cada árbol varía según la talla: 30 euros el más pequeño, de 75 centímetros a 1 metro de altura. Normalmente venden alrededor de 1200 o 1300 abetos y el dinero recaudado se destina al viaje del fin de carrera o fin de máster.
Una segunda vida a los abetos
Todos los abetos se venden con su maceta, por lo que tras las Navidades se pueden plantar en sitios frescos y, a ser posible, en la sombra para evitar la insolación del verano.
En el caso de no poder darle una segunda vida, 'Abetos Montes' ofrecen un servicio de recogida a casa "para volverlo a plantar, si está en buenas condiciones", o se lleva a un gestor autorizado "cuando no sobrevive todo lo bien que podría a la Navidad".
En casa, es conveniente tener el abeto lejos del radiador para no someterlo a ningún estrés y es mejor mantenerlo húmedo, pero no encharcarlo.