Sumergidos como estamos, a remojo, en el más apocalíptico de los pesimismos, supongamos que de repente todo va bien.
Supongamos que el paro nunca vuelve a subir, supongamos que el precio de la luz es de recibo, supongamos que el volcán de la Palma deja de rugir y de escupir lava y cenizas, que llegan a tiempo las ayudas prometidas a los habitantes de la zona.
Supongamos que la hucha de las pensiones se llena, hasta el punto de tener que darle un martillazo al cerdito. Supongamos que los jóvenes entran en un mercado laboral estable que les permite tener casa, salud, dinero y amor. Supongamos que el cambio climático empieza a ser a mejor, que el planeta cicatriza y lo hacemos habitable.
Supongamos que baja el IPC, el IVA, el IRPF y la madre que los parió. Supongamos que nuestros mayores problemas sean qué tenemos hoy de comida, qué nos ponernos por la mañana y cómo ponernos por la noche. Supongamos que los políticos sufren un ataque de cordura y no nos quitan ni lo “bailao”.
Supongamos que la vida son más de dos días,que al mal le da por hacer el bien, que los tontos vuelan, que los extraterrestres nos visitan y nos arreglan lo de las baterías de los móviles y el diagnóstico por colonoscopia. Supongamos que la pandemia ya es historiay que los virus pasan a peor vida.
Supongamos que empezamos a caernos bien, todos, en general.
Supongamos que… que nada, que solo era eso, que supongamos.