Hace catorce años, en una comida de navidad, se me ocurrió citar a Kapuscinski. Mi familia se rio como si fuera un nombre inventado, o el extremo derecho del Bayer Leverkusen al que nadie conocía.
Claro que yo era el único de aquella mesa que acababa de salir de la facultad de periodismo y que, por tanto, tenía forrados los ideales de la profesión con citas del viejo maestro polaco, y había leído Ébano y soñaba con caminar África entera y Latinoamérica.
Y eso que el legado de Kapuscinski va mucho más allá del periodismo. Alguno diría que ni pasa por allí…
No sé si muchos reporteros han dado nombre a una guerra, pero él lo hizo. La Guerra del Fútbol. La cosa fue más bien casual, pero en julio de 1969 Honduras y El Salvador se enfrentaron durante 100 horas con las armas que habían sobrado de la Segunda Guerra Mundial. 3000 muertos y tres partidos de fútbol entre las dos selecciones, por una sola plaza en la Copa del Mundo, que coincidieron en el tiempo. El titular se escribía sólo.
La Guerra no la provocó el fútbol, por supuesto, sino una escalada de tensiones fronterizas por la reforma agraria hondureña. Jornaleros de El Salvador se vieron perseguidos y atacados y acudieron de vuelta a su país, que no podía darles trabajo ni techo, así que optó por las armas.
El fútbol cayó en medio. El primer partido en Tegucigalpa con victoria local y peleas en las gradas. El segundo en San Salvador, ya con el alto el fuego, con victoria local y peleas en las gradas. El desempate fue en México, y lo ganó El Salvador.
Kapuscinski pasó por allí y lo dibujó en su libro como solía hacerlo, mezclando crónica y literatura, y poniendo cara y voz a los rebeldes. Para entonces iba y camino de ser un totem del periodismo.
En 2006, en aquella navidad familiar mía, Kapuscinski ya había ganado el Premio Príncipe de Asturias, y vivía sus últimos días a causa de un cáncer que se lo iba a llevar en enero del 2007.
Poco después de morir, Arthur Domoslawski publicó una biografía que denunciaba su falta de ética periodista. Según su antiguo colega, Kapuscinski se inventaba testimonios y se dejaba llevar su imaginación literaria. Además, le acusaba de haber sido un espía de la Polonia socialista, quizás la única forma que había en la época de ser corresponsal de guerra para la agencia de noticias estatal. Kapuscinski fue miembro del Partido Comunista Polaco desde los 22 años.
Pero más de una década después, las facultades de periodismo siguen guardando un gran pedestal al viejo reportero polaco. Muchos periodistas aún compramos sus libros y recordamos algunas de sus palabras. A pesar de la verdad; porque la Guerra del Fútbol no tuvo demasiado que ver con el fútbol.