Rachel Corcoran, le responde a su marido que “ajá”, pero en realidad no le hace ningún caso. Sentada en el asiento del copiloto, atiende en el móvil su lección diaria de francés en Duolingo. Hoy tocan los demostrativos: ces, ca, cette, ce, cet. Ces chaussures sont blanches dice el dibujito y Rachel teclea la traducción: these shoes are white. Check. You are correct. Ta chin… Continue. J´aime cette tortue verte, I like this green turtle. You are correct. Ta chín… que en inglés se dice Ta da… Continue.
Los Corcoran se dirigen a una boda en Montreal, la ciudad más grande de la provincia de Quebec que es predominantemente francófona. Allí se casa, por tercera vez, la única hermana de Rachel. Y eso que, Helen, sólo tiene 30 años. La mala fortuna ha hecho que a Dave, a quien sólo corresponde una hermana política, le hayan tocado en gracia tres cuñados… y espérate tú que, en vista de la trayectoria, no siga corriendo la cuenta.
Por el camino observan cómo un coche patrulla detiene a un vehículo. En el arcén, el policía hace un despliegue de luces digno de una discoteca. Los flashes de la sirena, de todos los colores posibles, rebotan en la nieve y, como en el juego de espejos de las torres defensivas medievales, se prodigan por todo el valle. Antes de ingresar en la DEC, Departamento de Conservación Medioambiental, el agente Corcoran trabajó también para la oficina del sheriff. Pero se hartó de poner multas. ¿Quién iba a cometer una tropelía en estas carreteras si son todo rectas? Algún jovencito, de vez en cuando, se animaba con el acelerador pero, si le dabas un aviso, normalmente no volvía a repetirlo. ¿No están para eso los agentes? ¿Para prevenir accidentes? Pues que tienes que poner multas y que tienes multas. Para recaudar. Y Dave se cansó y se pasó a los medioambientales. Ahora los casos a resolver son otros.
Este año hay zonas en que la nieve alcanza una altura de diez metros. Las palas excavadoras ya no llegan y hay que soplar la nieve por encima de los montones con ventiladores. Un paraíso para las motos de nieve, si no te paras, claro. Es lo que hizo un imbécil la semana pasada, pararse en mitad de la nada, y se hundió tres metros. Dos horas y media para rescatarlo. J’écris se libre, I am writing this book. Dave Corcoran intenta captar la atención de su esposa y comenta que, de todas maneras, la gran pregunta después de lo de Iowa no es que dirán los que predijeron que la victoria de Trump iba a ser un cakewalk, pan comido… sino que la verdadera cuestión seguía siendo por qué el candidato republicano tiene la piel de color naranja. “Vamos a pasar de un presidente negro a uno mandarina” le responde Rachel riendo. “Orange is the new black.” Moreno de bote, piensa el agente Corcoran visualizando los anillos de Google que rodean los ojos del Jesús Gil norteamericano.
Cette robe est bleu. “Deja ya eso, Rachel” le suplica alargando el brazo para arrancarle el móvil de las manos. 1 segundo, 2 segundos… cuando levanta la vista a penas le queda el tercer segundo para pegar un volantazo y evitar al 4 por 4 de color negro que se le echa encima. Dave se tira a la cuneta y frena en seco. Está en shock. Por el espejo retrovisor observa como se aleja el Chevrolet Tahoe. ¡Dios! Si no se lleva la mano a la boca para sujetarla, la mandíbula posiblemente se le hubiera caído entre las piernas. En el cristal trasero del todo terreno se recorta nítidamente una pegatina de 3M. Minnesota Mining Manufacturing. Dave gira el volante 180 grados y acelera tras de él. “Pero ¿qué haces?” le increpa su mujer, a quien la brusca maniobra pilla por sorpresa. “Coger al loco al que le sacaste tú una foto.” Ce cochon est grand. Rachel conoce la traducción, this pig is tall, pero ya no está para Duolingos.