La última de todas, desde mi humilde punto de vista la más terrible, consistió en que un ángel exterminador se dedicó a degollar, en una sola noche, a todos los primogénitos. Bueno, a casi todos, porque los de Israel recibieron el día anterior un soplo. Tiznaron sus puertas con sangre de cordero y el de la espada, conocedor de la señal, no entró en sus casas. Por eso, en inglés, la fiesta judía de Pascua se llama Pass Over. Pasar de largo.
“No le imaginaba a usted tan religioso” le comenta sorprendido Guss Sanders a su abogado, Amon Katz, que amablemente le ha invitado a celebrar en familia el Seder de Pesaj, la cena de pascua. “Ah, no somos demasiado creyentes. En realidad nada - se justifica Katz. Pero nos gusta compartir la tradición con amigos.” “El Seder es muy especial, señor Sanders – le explica la esposa de Amon. Como el Thanks Giving. Posiblemente la única fiesta que celebramos todos los judíos: practicantes y no practicantes.” “Y ¿qué tiene de especial?” pregunta intrigado el cirujano. “Tiene, tiene - le ataja Katz. Pero al final es como cualquier otra fiesta judía. Ya sabe usted en qué consisten todas las fiestas judías, ¿no?” Guss se encoge de hombros.
“They try to kill us. They didn't succeed. So… let's eat! / Intentaron matarnos. No lo consiguieron. Pues… ¡a comer!”
Con una risotada contagiosa, Amon invita a los comensales a acompañarle en el primer trago de vino de los cuatro que manda el protocolo de la ceremonia. Luego, continúa con el relato. Aquella misma madrugada, aprovechando la conmoción, seiscientos mil varones y un número incalculable de mujeres y niños, abandonaron Egipto para comenzar, primero su ascensión al Monte Sinaí, y después, su leyenda como pueblo elegido de Dios.
La señora Katz reparte entonces el Charoset: una pasta de manzana, almendras y vino que recuerda la amalgama utilizada por los esclavos judíos en la construcción de las pirámides. “Espero que no me interpreten mal – se excusa Sanders. Pero ¿existe algún fundamento histórico en todo esto?” “Póngale rabanito – le interrumpe Amon. Así es como lo comemos nosotros.” “Ah, gracias.” “Cada vez hay más estudiosos que cuestionan la veracidad de la historia” le da finalmente la razón la esposa del abogado. “Pero no como esos que niegan el holocausto, ¿eh? - le aclara otro de los convidados. “No - asevera la mujer. Gente seria, arqueólogos e historiadores que no encuentran vestigios que puedan probar que fuimos esclavos del faraón.” “Ah.”
Brindan con el segundo trago de vino y, a continuación, le toca el turno al pan ácimo. El pueblo de Israel huyó con tantas prisas que, las hogazas que prepararon como provisiones para la larga travesía del desierto, no tuvieron tiempo de levarse.
Se quedaron planas. Así que en la cena de Seder se sirve pan sin levadura. Se llama Matzah y hay tres sobre la mesa. La persona de más edad coge uno de ellos, lo corta en dos, lo reparte, todos comen de él y… ¡un momento! Aquí es cuando Guss Sanders de verdad alucina: “¡Pero si esto es la última cena, colega…!” – se le escapa en voz alta. “No me digan que se la copiamos a ustedes...” El matrimonio Katz arquea las cejas al unísono con una sonrisa cómplice.
Para los judíos, Jesucristo fue un rabino y, la última cena, la pascua que celebró con sus discípulos. La iglesia, dicen, ha ajustado después los símbolos. Los tres panes sin levadura, que representan a los tres templos (los dos que fueron destruidos y el tercero que se construirá con la llegada del mesías) se convierten en el cristianismo en el símbolo de la trinidad, encarnando el pan que se quiebra la figura de Jesucristo en la cruz. Y el cordero de dios, en lugar de ser una conmemoración de la sangre pintada en las puertas de Egipto, se convierte en una profecía.
“El Pesej dura 8 días - le explica a Guss la hija del matrimonio anfitrión. Pero sólo celebramos el primero, la salida de Egipto, y el último: la división del mar Rojo.” Así es como Sanders se entera de que la cena de Seder se realiza la primera noche de pascua; excepto en Estados Unidos donde puede celebrarse también la segunda. Esto lo hacen los norteamericanos, que son tan prácticos, por si acaso los padres están separados. Para que puedas cenar una noche con papá y la siguiente con mamá y nadie se queda sin pascua.
Al pan y al vino, verdaderos protagonistas, se les suman las albóndigas de pescado, la carne de babilla y el perejil mojado en agua salada. Al agitarlo, parece que saltan de sus hojas lágrimas como las de los esclavos que antaño tuvieron que soportar tantas penurias. A Guss también se le escapa una. Se sabe inocente; pero no puede dejar de pensar que va a tener que enfrentarse a un jurado que lo va a poner en duda. Amon Katz le lee el pensamiento y baja el rostro para no encontrar su mirada. No quiere que sepa que no tiene respuestas. No todavía.