Por inteligencia artificial entendemos la capacidad de que las máquinas tengan una inteligencia similar a la del ser humano con autonomía y capacidad de decidir y de crear. Y decía López de Mántaras que las máquinas no han conseguido algo que tiene el ser humano: el sentido común. Sentido común entendido como los billones de datos que mediante la experiencia los humanos almacenamos y que aplicamos en nuestra interacción con el mundo físico y real.
Pero las máquinas son distintas. ELO es el índice que mide en ajedrez el conocimiento de los mejores maestros. Hoy en día todos los mejores, los veinte o treinta mejores ELO los tienen ordenadores que emplean ya el deep learning, es decir autoaprenden y superan la capacidad y velocidad de generar jugadas de cualquier ser humano. Pero si a ese ordenador programado para jugar al ajedrez le pedimos jugar las damas, a pesar de su potencia, si no está programado no sabrá.
Pero eso no significa que no se esté avanzando. Un ejemplo. Tras combinar los miles de datos de 120.00 pacientes de cuatro hospitales de Chicago, los médicos han conseguido prever con antelación un infarto en 4 horas. Antes sólo se podía prever los infartos con treinta minutos.
Lo avances son muchos en robótica humanoide o comunicación máquina-persona. Pero también los riesgos: armas autónomas, aplicaciones que violan nuestra intimidad o programas que manejan los mercados financieros. Mántaras cerró su charla con un anhelo. Que todo el desarrollo tecnológico vaya siempre acompañado de un sentido ético. Así sea.