Como cada semana Mario Viciosa nos acerca a la ciencia en su sección Divulga que algo queda. Hoy nos recuerda cómo el pasado fin de semana nos sobrecogió la erupción de un volcán submarino en aguas del Pacífico. El volcán Hunga Tonga causó una explosión que se percibió hasta en EEUU. Provocó olas de más de un metro que embistieron las costas del archipiélago Tonga y borró del mapa una isla casi al completo.
Una semana después, sus efectos se siguen notando en buena parte del planeta. Pero ¿es posible que la onda expansiva se siga sintiendo? ¿Es verdad que en aguas de la costa española se han notado como un extraño oleaje o subida del nivel del mar, como si se tratase de un mini tsunami?
A nuestra costa es imposible que llegue un tsunami provocado por el movimiento sísmico derivado de un volcán como el de Hunga Tonga. Al ser una erupción submarina, la propagación de las olas gigantes es devastadora a unos kilómetros de donde ha explotado el volcán. Pero no al otro lado del mundo. Sin embargo, lo que sí se propaga con facilidad es el aire, la presión sobre la atmósfera.
¿Puede el aire provocar un tsunami?
Un meteotsunami, que es como se llama a este fenómeno, que normalmente no tiene que ver con volcanes. Pero que en este caso puede que sí. Es por eso, que se ha notado en algunas costas de Valencia o Baleares.
El volcán explota, sube el nivel de las aguas de forma brusca en un punto concreto y eso presiona al aire que está en contacto con la superficie del océano. El aire tiene menos presión y, automáticamente, se empieza a comprimir, presionando hacia todos lados.
Tras la explosión del Hunga Tonga, el nivel del mar subió bruscamente en Valencia, hasta 20 centímetros. Lo hizo de manera momentánea, el pasado domingo. Y ojo, que una semana después de la erupción, la atmósfera de la Tierra sigue perturbada de algún modo. Pero no por gases, sino por una onda de presión. Una onda que ha dado al menos cuatro vueltas a la Tierra. Pasando por España.
¿Por qué no tenemos ojos en la nuca?
Hay al menos dos razones. Los ojos son biológicamente costosos de hacer. Y por otro lado, unos ojos retrovisores no encajan bien en el plan corporal primitivo que heredaron los mamíferos.