Un domingo más en Por fin no es lunes Mario Viciosa nos acerca de forma sencilla y amena al mundo de la ciencia. Hoy nos habla de los efectos del cambio climático en la producción de plátanos y de la enfermedad que puede suponer un apocalipsis para todos los plataneros del mundo. Por suerte, Canarias puede ser una oportunidad para la salvación del plátano en el planeta Tierra. ¿De qué enfermedad estamos hablando?
Hablamos de la sigatoka negra. Se trata de una enfermedad producida por un hongo del género Ascomycete que hace que a la planta le sea imposible hacer la fotosíntesis. Es una plaga silenciosa para la que no hay tratamiento. Algunos datos hablan de que antes de que acabe el siglo, 8 de cada 10 bananeras estarán infectadas. Hay un trabajo, publicado en 2015 en la revista Plos Pathogens, que tiene un título muy elocuente: "Del mal en peor". El platanocausto que viene, eso sí, tiene un santuario refugio que puede ser su arca de Noé: Canarias.
No es que el cambio climático no llegue a Canarias. Llega, pero los efectos de la sigatoka negra llegan menos debido a que no hay tanta humedad. El archipiélago está en mejores condiciones de partida que los grandes productores ecuatoriales. La banana de allí es una subvariedad diferente. Se suele considerar más sabroso el plátano de Canarias, algo más pequeño y compacto, con una distribución de azúcares de otro tipo. El plátano canario tiene muchísimo más acetato de isoamilo y tiene butano. Aunque en esencia los plátanos de allí y de aquí son de la misma variedad madre, Cavendish.
Y eso para una especie es un problema. ¿Por qué? Pues porque hay cero diversidad genética. Podemos decir que todos los plátanos son el mismo. Son genéticamente idénticos. Técnicamente, son la misma planta. La que está en La Palma y la primigenia que desarrolló el jardinero Joseph Paxton en 1830. Él es el inventor de la primera Cavendish.
¿Es verdad que si me como un plátano me vuelvo radiactivo?
Sí, pero no más que si te comes un puñado de nueces de Brasil. Hay un montón de alimentos que tienen sustancias radiactivas de manera natural. Vivimos en un planeta que recibe y emite radiaciones procedentes de la descomposición de núcleos atómicos. En el caso del plátano, de manera natural, de potasio, del isótopo 40. Pero nos comemos apenas 0,070 mg en cada plátano. El solo hecho de vivir en la Tierra ya nos supone 60 veces más radiación que todos los plátanos que nos podemos comer en un año.