Lo físico nos condiciona en todos los aspectos de nuestra vida, en el estado de ánimo, en las ganas de empezar el día, etc. ¿Cuántas veces nos hemos despertado hinchados o en conversación con amigos, hemos dicho que estábamos pesados o lentos? Estas sensaciones las hemos tenido todos alguna vez. Sin embargo, el problema viene cuando las tenemos todos los días.
Detrás de todas estas situaciones puede esconderse un enemigo silencioso e incluso ignorado por el sistema público de salud: la inflamación crónica. El estrés, la falta de sueño, la comida rápida, la vida acelerada y el abuso de fármacos no afectan únicamente a nuestro cuerpo, sino que además generan una inflamación crónica que causa estragos hasta convertirse en la responsable de muchas de las enfermedades de la vida moderna y la culpable de que muchas veces nos encontremos mal sin saber por qué.
Gabriela Pocoví es doctora en Medicina y Salud, nutricionista, dietista y autora de 'Atención con la inflamación', un libro para combatir la inflamación crónica y mejorar nuestro sistema inmune. En Por fin no es lunes, explica que muchos de los síntomas los solemos normalizar, por ejemplo, cansancio, fatiga, vivir hinchados o con dolor. Todo eso limita nuestra calidad de vida en el día a día y los normalizamos, un gran error.
La inflamación es un proceso fisiológico
La inflamación crónica de bajo grado no es algo empírico, sino científico. Hay estudios que demuestran cómo las sociedades occidentales, con más industria, vidas aceleradas o estrés, están frente a una "epidemia" de este tipo de inflamación. ¿Por qué? Porque la inflamación es la forma que tiene nuestro sistema inmune de adaptarse a las amenazas del entorno.
"Todo lo que me genera estrés psicológico, la comida procesada y rápida, el tabaco, el alcohol, incluso, las deficiencias nutricionales -Vitamina D, magnesio-, lleva a que haya un terreno más abonado para la inflamación crónica porque aunque la inflamación es en sí un proceso natural, nuestro sistema inmune tiene que trabajar para controlarla. Pero cuando no es capaz de hacerlo, se vuelve crónica y de bajo grado", explica la experta, que asegura que esta situación lleva a normalizar cosas que no deberían serlo, como vivir con cansancio a diario, tener alergias, diarreas, estreñimiento, dormir mal o reglas más dolorosas en el caso de algunas mujeres.
Qué factores contribuyen a la inflamación
La experta asegura que básicamente, casi todo lo que conlleva la vida occidental es un caldo de cultivo para padecer esta inflamación crónica:
- Estrés moderno: estrés psicológico y estar siempre preocupado por cosas.
- Las vidas rápidas y aceleradas: hay una conexión importante entre el cerebro y el resto del cuerpo. La mente y el sistema nervioso tiene gran influencia en nuestro cuerpo.
- La comida rápida: hay un componente generacional: "Nosotros no comemos como nuestros abuelos, ahora todo está preparado y eso tiene un coste. La cocina tradicional tiene sus ventajas, como la cocción lenta".
- Alimentos: tenemos más alimentos, pero no necesariamente son más nutritivos: "Antes teníamos un tomate al que respetaban su tiempo de crecimiento, y ahora lo maduran de forma rápida, tiene menos vitaminas y antioxidantes y eso influye en la calidad nutricional del alimento".
- Alimentos proinflamatorios: "estamos consumiendo un exceso de azúcar, aceites procesados (cada vez consumimos menos aceite de oliva y más de girasol, que no tiene ese componente antiinflamatorio). Tenemos que intentar consumir más pescados, por el Omega3, y menos carne, aunque sea más fácil lo segundo porque es más fácil y económico".
¿Puede el sistema público de salud dar respuesta a este problema?
Es importante saber de dónde viene ese proceso y por qué se está originando para entender cómo se puede mejorar desde la raíz. Cambiar hábitos de vida o comportamientos que tenemos interiorizados y no intentar solucionarlo mediante parches, como medicamentos o fármacos concretos.
Respecto a esto, Pocoví reflexiona sobre el tipo de ayuda que nos puede dar el sistema público de salud: "En la mayor parte de los casos no dan respuesta, pero no porque sean malos profesionales sino por la saturación que hay. En 10 minutos no puedes estudiar el nivel de inflamación de un paciente, ni explicar esto para abordar el estilo de vida. Yo percibo que la medicina muchas veces va muy dirigida a tapar el síntoma o recetar un fármaco y no a la prevención, pero hay cada vez más profesionales sanitarios que están investigando y estudiando esto por su cuenta".